Científicos de Córdoba y Santa Fe estudian el “poder destructivo” de una bacteria que emplea ese animal invertebrado. Y aspiran a conocer sus secretos para desarrollar plantas resistentes a plagas.
El doctor Leopoldo Palma. |
Un gusano que ataca a orugas, gorgojos, escarabajos y otras plagas de frutales mediante una potente “arma bacteriológica” podría aportar nuevas herramientas de control biológico y evitar, en el futuro, la necesidad de insecticidas tóxicos y dañinos para la naturaleza.
Así lo cree un equipo de investigadores, quienes secuenciaron el genoma de la bacteria que ese gusano, Heterorhabditis bacteriophora, inocula en los insectos huéspedes como si fuera un caballo de Troya.
La bacteria en cuestión se llama Photorhabdus luminescens. Y produce una batería de toxinas, enzimas, sustancias antibióticas y otros factores de virulencia que matan rápidamente a la víctima.
Ahora, los científicos, liderados por el doctor Leopoldo Palma, del Centro de Investigaciones y Transferencia de Villa María (CITVM), dependiente del CONICET y de la Universidad Nacional de Villa María, secuenciaron por primera vez el genoma de una cepa (DSPV002N) aislada en la provincia de Santa Fe.
El trabajo fue publicado en la revista “Genome Announcements”. “Los resultados fueron espectaculares”, aseguró Palma a la Agencia CyTA-Leloir. “Encontramos 27 genes potencialmente insecticidas, o iGenes”.
La segunda fase del proyecto es, según Palma, “la más desafiante y costosa” y podría requerir de la participación de empresas: hay que determinar la capacidad insecticida de la proteína codificada y producida por cada iGene. Para esto, hay que expresar la proteína mediante técnicas de biología molecular, purificarla y hacer bioensayos contra plagas de relevancia nacional e internacional, indicó Palma.
Los investigadores creen que, en un futuro, existirá la posibilidad de utilizar estos genes insecticidas para diseñar nuevas plantas transgénicas resistentes a los insectos plaga. “Pero todavía queda mucho camino por recorrer”, puntualizó Palma.
Del estudio también participaron los doctores Eleodoro Del Valle y Laureano Frizzo, de la Universidad Nacional del Litoral, en Santa Fe; el doctor Colin Berry, de la Universidad de Cardiff, en Gales; y el doctor Primitivo Caballero, catedrático de la Universidad Pública de Navarra, España.
Fuente: Agencia CyTA