Un estudio reciente devela el enigma: los rayos cósmicos de alta energía provienen de fuentes ubicadas fuera de nuestra galaxia, la Vía Láctea.
En 1912 el alemán Víctor Hess descubrió los rayos cósmicos, un flujo de partículas subatómicas –es decir, que componen el átomo– que llegan desde el espacio e impactan sobre la Tierra. En 1938, Pierre Auger detectó las lluvias de partículas secundarias generadas por esas partículas primarias. Y, en los años ’60, se encontró que había rayos cósmicos de de energías muy altas, como las que se detectan actualmente en el Observatorio Pierre Auger, en Malargüe, Mendoza.