Es una herramienta económica que protege al suelo y a la planta, y favorece el aprovechamiento de las condiciones ambientales. En Córdoba, solo el 50% de lo producido llega al consumidor; el resto se pierde por el mal manejo de los recursos.
La reducción de los espacios verdes y naturales en las ciudades, producto del avance de la producción de alimentos, es una dinámica constante en el país. Los recursos que poseen muchos de los productores son escasos para aprovechar las condiciones del ambiente y mejorar el ciclo de sembrado a lo largo del tiempo, por lo cual se genera menor rentabilidad y el desplazamiento de los trabajadores hacia nuevas tierras.
En Córdoba, del total de lo producido, solo la mitad reúne las condiciones necesarias para llegar a manos del consumidor. Esto sucede “por un mal manejo de los componentes naturales y la escasez de recursos técnicos que trae aparejada la utilización de químicos no adecuados”, describe, en diálogo con Agencia CTyS-UNLaM, Analía Rojas, técnica agropecuaria y estudiante de Diseño Industrial, cuya investigación para su tesis en la Facultad de Arquitectura, Urbanismo y Diseño de la Universidad Nacional de Córdoba fue reconocida en el último catálogo de INNOVAR tras un año de trabajo.
Uno de los métodos más utilizados para regar hortalizas en ciudades es a través de surcos que llevan el agua por toda el área de cultivo. Sin embargo, el sistema produce filtraciones, desgasta el suelo y, a partir de la acumulación del agua, causa problemas en las plantas por pudrición. Para tratar ese fenómeno, Rojas desarrolló el Biosurco, una placa biodegradable que se utiliza en el momento de siembra y se mantiene durante todo el proceso de producción.
“Al aplicar una sustancia líquida, la herramienta se va degradando y así el agua se transporta gradualmente, se escurre más rápido y no tiende a acumularse o permitir un encharque”, explica la investigadora. De esta forma, mantiene la humedad, el calor y genera un microclima ideal para las hortalizas. La planta mejora su resistencia y estructura, lo cual tiene consecuencias positivas para los futuros ciclos productivos.
El Biosurco está compuesto por material orgánico que incorpora nutrientes y celulosa y se aglutina aplicando calor y un pegamento. En contacto con el agua, comienza a desarmarse y se incorpora al suelo, al cual aporta sus diversos componentes. Bajo este funcionamiento, el método permite, según Rojas, “evitar la erosión y la pérdida de nutrientes, sin modificar el sistema de regado por surco, pero haciéndolo biodegradable”.
El material que queda depositado en la tierra luego de su utilización, pasa a ser parte de ella y la nutre para el próximo ciclo productivo. La placa puede aplicarse a surcos longitudinales y perpendiculares durante los distintos períodos de sembrado, tanto en verano como en invierno, para responder a las diferentes condiciones climáticas y a las necesidades de las hortalizas en los cinturones verdes de las ciudades.
Por otra parte, es de bajo costo, al estar conformado por elementos naturales y económicos. El proyecto de la investigadora es que la fabricación esté a cargo de cooperativas, por ser accesible a partir de una inversión mínima, o que forme parte de una política de estado para cooperar con productores.
Fuente: Agencia CTyS