La bioquímica María Teresa Damiani encabeza un equipo de investigadores que analiza la clamidia, una bacteria que se contagia por vía sexual, al igual que el virus del papiloma humano.
A diferencia de otras bacterias, la clamidia se aloja en las células y altera su funcionamiento. Los investigadores intentan reponer el funcionamiento celular que ha sido modificado.
La científica de la Universidad Nacional de Cuyo y el Conicet, María Teresa Damiani, dedicó años de investigación a encontrar una solución a una de las causas de infertilidad más frecuentes en las mujeres en el mundo: la bacteria clamidia, que se contagia principalmente por transmisión sexual, al igual que el virus del papiloma humano (HPV).
Generalmente, las bacterias no se alojan en las células como los virus, pero el caso de la Chlamydia trachomatis es una excepción. Esto hace que sea más complicado tratarla, porque los antibióticos no son eficientes. En Estados Unidos, a pesar de todos los controles y del tipo de prevención que se hace, consideran que –estadísticamente– una de cada tres mujeres que llegó a la edad adulta tuvo contacto con la bacteria en algún momento de su vida.
La Chlamydia tiene “predilección” por mujeres en el período fértil y una de las consecuencias de esta infección, una vez que se cronifica y no es tratada, es la infertilidad femenina. En las últimas investigaciones, según aseguró Damiani, esta bacteria aparece relacionada con enfermedades inflamatorias intestinales crónicas, que se pensaba que eran de naturaleza autoinmune.
Lo que la investigadora y su equipo intentan es reponer el funcionamiento celular que ha sido alterado por la clamidia. Al alojarse dentro de la célula, la única forma que la bacteria tiene de nutrirse es tomando los nutrientes celulares. Normalmente, en la célula hay unas vías que son biosintéticas, en las que se sintetizan las proteínas, las glucoproteínas, los lípidos y todos los compuestos que le hacen falta y necesita. Una vez que salen de esa maquinaria de biosíntesis, la bacteria, en vez de dejar que vayan a la membrana plasmática y sean liberados, hace que vayan hacia una vesícula (como una “bolsita”, según ejemplifica Damiani) que forma la misma bacteria para alimentarse.
La propuesta de los investigadores es, entonces, inhibir esa vía de señalización que la bacteria altera, así la célula puede seguir funcionando en forma normal. Por eso la investigación trabaja en establecer una terapia anti-clamidial, porque no es un antibiótico sino un fármaco que podría acompañar a un antibiótico y para el caso de la clamidia es importante cuando las enfermedades son crónicas, porque es entonces cuando el daño que se genera es irreversible.
La bacteria también afecta a los hombres, pero en ellos se manifiesta en síntomas; por ejemplo, se produce un dolor al orinar. Entonces es más fácil que se den cuenta, consulten y los mediquen. En las mujeres es una “enfermedad silente”, lo cual lo hace más grave. Damiani explicó a Argentina Investiga que, al ser un patógeno exclusivamente humano y no poder vivir fuera de una célula, el nivel de transmisión entre humanos es muy grande y eso hace que la bacteria sobreviva en forma muy eficiente.
Asimismo, Damiani explicó que, aunque ellos estudian particularmente la Chlamydia trachomatis, lo que aprendan es trasladable a otras especies de la bacteria, que causan enfermedades como la neumonía. La forma más eficiente de encontrarla es buscando su ADN, cosa que –asegura la investigadora– no es tan complicada, pero necesita de una política de salud pública. En este sentido, relató que hubo un tiempo en el que investigaron junto al Hospital Central y descubrieron que aproximadamente el veinte por ciento de las mujeres en Mendoza ha tenido contacto con la clamidia.
También es importante destacar que, como la bacteria es un parásito y vive de la célula no la mata, sino que la altera. Además, el medicamento que proponen como complementario a los antibióticos se comercializa como antitumoral.
Damiani es farmacéutica, doctora en Bioquímica y especialista en docencia universitaria. Además, hace una especialización en Gestión de las Instituciones en Buenos Aires y es profesora titular en el área de Química Biológica en la Facultad de Ciencias Médicas de la UNCUYO. Su especialidad es la interacción microbio-célula infectada, desde las perspectivas molecular y celular. Su grupo de investigación, que trabaja desde 2007, está integrado también por Anahí Capmany, Natalia Leiva, Diego Sánchez y Julián Gambarte. El equipo tiene vínculos con distintos laboratorios internacionales, principalmente con el Instituto Curie de París, Francia.
Fuente: Argentina Imestiga