Investigadores de la UNGS trabajan en la producción de biocombustibles con un insumo que reduce los costos de producción, así como el impacto medioambiental. El objetivo es la transferencia tecnológica a una empresa local.
Anita Zalts, Javier Montserrat,y Henry Hughes. |
La Argentina es el primer exportador de biodiesel a nivel mundial. Por lo tanto, este biocombustible representa una importante fuente de ingreso de divisas para el país. Sin embargo, el principal insumo que se utiliza es el aceite de soja, cuya producción tiene dos aspectos importantes para considerar a la hora de hacer la ecuación económica.
Por un lado, la utilización de soja como insumo compite con el potencial destino alimentario que tiene dicha materia prima. Por el otro, el aceite vegetal representa un 70 % del costo total de fabricación de biodiesel por tonelada.
Por eso, con el objetivo de abaratar costos y de liberar el uso de la soja para otros destinos, como el alimentario, investigadores de la Universidad Nacional de General Sarmiento (UNGS) comenzaron a trabajar en un proyecto para producir biodiesel a partir de la utilización de barros cloacales como insumo. De esta manera, se lograría obtener valor agregado de los efluentes y reducir el impacto ambiental que genera su desecho. Con este fin, la UNGS se asoció con la empresa Explora, que se dedica a producir y comercializar biodiesel, con el objetivo de transferir la tecnología desarrollada para su aplicación inmediata.
En diálogo con TSS, el químico Javier Montserrat, investigador del Instituto de Ciencias de la UNGS y director adjunto del proyecto, explica que “la idea es explorar la eficiencia del cambio de la materia prima: en lugar de aceite de soja, utilizar triglicéridos o ácidos grasos extraídos de los barros cloacales. El desafío es cómo establecer un proceso industrial robusto, sustentable y de bajo costo, que pueda extraer los ácidos grasos e incorporarlos en el ciclo de producción de este biocombustible de segunda generación”. Así, la tarea de los investigadores en esta misión se enfoca en estudiar distintas técnicas tradicionales de separación y optimizar la más eficiente.
Los efluentes serán suministrados por AYSA. |
Montserrat explica que “lo que tiene de novedosa esta experiencia es que se busca producir en una escala pre-productiva, de planta piloto. Si bien hay proyectos similares a escala de laboratorio, este es un estudio que se está haciendo directamente, pensando en que sirva de plataforma de ingeniería para el desarrollo de la planta productiva de la empresa”. Además, el investigador pone el énfasis en la reducción de costos. “Si se reemplaza el aceite de soja por una materia prima que es prácticamente gratuita, por más que haya que realizar un tratamiento tecnológico previo para poder utilizarla, se obtiene un margen económico muy favorable”, sostiene.
Los efluentes que servirán como insumo serán suministrados por Agua y Saneamientos Argentinos S.A. (AYSA), que actualmente procesa estos desechos en sus plantas de tratamiento. De este modo, Montserrat señala que la reutilización de los desechos implicará un doble beneficio: para la empresa, porque tendrá acceso a una materia prima mucho más barata, y para AYSA, porque el tratamiento de esos efluentes hoy representa un costo fijo, que se reduciría de manera significativa.
Los barros cloacales contienen materia fecal y residuos domiciliarios asociados a la limpieza corporal, como jabones, que forman una capa de ácidos grasos libres que flotan sobre el agua debido a su menor densidad. “Esos ácidos grasos vienen mezclados con muchísimas otras cosas. Entonces, lo que tenemos que desarrollar es un proceso de extracción que sea lo suficientemente selectivo y sustentable como para obtener la materia prima que le interesa a la empresa. A la vez, se busca generar la menor cantidad de residuos auxiliares”, sostiene el químico.
Al respecto, Montserrat indica que pretenden diseñar un proceso en el que la mayoría de los reactivos o solventes que se utilicen se puedan reciclar y volver a introducir en el proceso productivo, para reducir la cantidad de efluentes asociados. “La idea es que todo el concepto del proyecto sea una mejora para el medioambiente”, asegura. Y agrega que “el proyecto tiene una duración estimada de dos años. En el primero, nos dedicaremos a desarrollar la escala más pequeña del método extractivo y, en el segundo, pasaremos a desarrollar la tecnología a escala piloto”.
Fuente: TSS