La directora de INDEFAR logró mejorar la elaboración de un componente clave para el tratamiento de tumores y trabaja en la producción de drogas para enfermedades postergadas.
Los principios activos son la materia prima esencial para producir medicamentos. Sin ellos, no sería posible elaborarlos. La mayoría de los que se utilizan hoy en la industria farmacéutica local son importados, pero no porque en la Argentina no existan capacidades para hacerlos, sino porque producirlos puede llevar años de investigación e inversiones que, muchas veces, los laboratorios no pueden afrontar o no están dispuestos a ejecutar.
Julieta Comin, directora de la plataforma de Investigación y Desarrollo de Procesos y Productos Farmoquímicos y Farmacéuticos (INDEFAR) y parte del equipo del Centro de Química del Instituto Nacional de Tecnología Industrial (INTI), logró mejorar el proceso de elaboración de la capecitabina, el principio activo necesario para producir un fármaco que se utiliza para combatir ciertos tipos de cáncer, como el colorrectal y el de mama metastásico.
Comin se doctoró en Ciencias Químicas en el año 2002, en el Departamento de Química Orgánica de la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales de la Universidad de Buenos Aires (UBA). Continuó su carrera en Estados Unidos, adonde investigó durante cuatro años en el Instituto Nacional del Cáncer del Instituto Nacional de Salud (NCI/NIH, por sus siglas en inglés). Posteriormente, se desempeñó durante dos años como asesora para el grupo de empresas farmacéuticas Grupo Chemo, en el estudio y diseño de rutas sintéticas originales para la producción de principios activos. Actualmente es investigadora adjunta del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET).
Usted ha dicho que, cuando en 2009 la convocaron para volver a la Argentina a través del programa RAICES, “tuvo miles de ofertas”. ¿Por qué eligió el INTI?
En el INTI no había ningún grupo que hiciera síntesis y en ese momento me dijeron que presentara lo que necesitaba para armar un laboratorio. Armé el proyecto y me dieron todo lo que pedí. Así monté un laboratorio, algo que en una facultad no era posible.
¿En qué consistía el proyecto?
Presenté un proyecto tecnológico mixto, con una parte de ciencia más básica, puesto que tenemos investigadores haciendo el doctorado y trabajando en moléculas nuevas, pero también ofrecemos servicios y tratamos de hacer desarrollos con empresas, principalmente en todo lo que se relaciona a la industria farmacéutica, como principios activos y sustancias de referencia.
¿Qué tipos de servicios están brindando?
Somos especialistas en síntesis orgánicas, es decir, en hacer reacciones químicas para modificar las estructuras y sintetizarlas. Esto implica producir moléculas para cualquier aplicación en particular. El sector que más usa esta disciplina es el de farmacéutica, pero también los de agroquímicos, colorantes y alimentos, por ejemplo. En nuestro caso, nos especializamos en moléculas pequeñas, no en polímeros ni macromoléculas.
¿El desarrollo de capecitabina es un ejemplo de eso?
Sí. La verdad es que en este caso logramos un proceso muy eficiente, muy corto con respecto al punto de partida y realmente escalable. Eso da la posibilidad de producir este activo en la Argentina en vez de importarlo, y estamos hablando de un activo antitumoral que es una molécula compleja. Si logramos concretar la transferencia y alguna empresa comienza a producirlo en el país, sería una sustitución de importaciones.
¿Están dialogando con algún laboratorio por este tema?
Este proyecto se originó de la mano de un laboratorio que actualmente lo importa. Nos presentaron un proceso preliminar que habían hecho y nos pidieron si podíamos optimizarlo y analizar si era escalable o no. Eso fue lo que hicimos y realmente obtuvimos una mejora respecto de los resultados preliminares. Pero eso llevó dos años, porque la química era muy compleja y también dependía de los recursos que teníamos para trabajar. Pero, el laboratorio, que tenía en sus planes pedir un crédito para montar la planta de producción, no consiguió los fondos. Según ellos, la situación empeoró y suspendieron todos los proyectos de investigación, cuando nosotros ya estábamos muy avanzados. Entonces, decidimos terminarlo por la nuestra y ahora que está listo, siempre hablando con la empresa porque hay un convenio de por medio, estamos pensando en publicar los resultados.
¿No pensaron en patentarlo?
El laboratorio no lo quiso patentar y nosotros somos investigadores del CONICET, además de personal del INTI, por lo cual tenemos que subsistir en el sistema publicando. Todos estos trabajos, que no son de ciencia básica sino de investigación y desarrollo, valen. Por eso, lo presentamos en las jornadas TecnoINTI 2015 sin explicitar demasiados detalles y obtuvimos una mención especial. Todavía no lo publicamos en una revista científica, pero lo vamos a presentar en Brasil y en Mar del Plata, y al mismo tiempo lo ofreceremos para ver si conseguimos alguna empresa interesada en producirlo a nivel local.
¿Están trabajando en el desarrollo de otros procesos?
Sí, otra línea importante que tenemos es a través de un convenio con la Administración Nacional de Medicamentos, Alimentos y Tecnología Médica (ANMAT), para el programa de desarrollo de sustancias de referencia, que permite controlar la calidad de los principios activos que se compran. Cuando se compra capecitabina, por ejemplo, viene con un certificado de pureza que el laboratorio tiene que controlar. Para eso se necesitan estándares de ese compuesto y de las principales impurezas relacionadas que se generan en el proceso, porque lo que está escrito en el papel es muy bonito, pero en la realidad siempre tenés tu molécula en un 99 % y hay pequeñas impurezas de otras cosas que se generan durante la síntesis.
¿Esas sustancias de referencia también son importadas actualmente?
Sí, la mayor parte. Entonces, tener esos estándares acá también es un objetivo estratégico de la política sanitaria del país. Y, en ese aspecto, esos estándares a veces son difíciles de obtener. Muchas veces, las impurezas se generan en muy bajas proporciones, entonces hay que agarrar la estructura de la impureza y pensar una síntesis para esa impureza, que puede ser un proceso totalmente distinto al del activo y puede requerir meses de trabajo para cada impureza, cosa que las empresas no hacen porque van a vender el activo. Por eso, es un área de mucho trabajo e importancia, y tenemos un convenio con la ANMAT al respecto.
Si tuviera que hacer un balance de estos años tras su regreso al país, ¿qué es lo que destacaría?
Lo que saco de positivo es haber creado un grupo y haber aumentado las capacidades del Instituto, en el sentido de habernos relacionados con otros profesionales como economistas y farmacéuticos, con lo que llevamos la disciplina de la síntesis a algo más multidisciplinario y tecnológico. En la Argentina hay muchos grupos que hacen síntesis orgánica a nivel académico y muy pocas empresas que tengan esa capacidad, por eso me parece que es muy importante fortalecer el área, tanto en el ámbito privado como en el público.
En este último caso, ¿podría significar un aporte para la producción pública de medicamentos?
Ojalá que crezca la producción pública de medicamentos y se consolide. Creo que con la gestión del ministro de Salud –por Daniel Gollán– se avanzó mucho en ese sentido. Habrá que ver cómo sigue, pero nuestra intención también es avanzar en el sector y conectar a toda la red de laboratorios de producción pública. Estamos tratando de estrechar lazos con esos laboratorios y con autoridades del Ministerio de Salud de la Nación, para que nos digan cuáles son los productos clave en los que sería bueno focalizarnos.
¿Podría mencionar algún ejemplo de este tipo en el cual haya trabajado o lo esté haciendo actualmente?
Un producto clave que estamos cerca de obtener es un proceso para producir benznidazol, que es una droga para el tratamiento contra el chagas que el laboratorio Roche discontinuó en 2011. Hoy la producen los laboratorios Elea y Maprimed, que son los únicos productores a nivel mundial, es decir, tienen el monopolio, pero además el proceso de síntesis es muy deficiente y caro. Ojalá que podamos terminar este proyecto con un proceso más eficiente, que permita disminuir el costo de esta droga. Apuntamos a los denominados medicamentos huérfanos, que son aquellos que no tienen interés comercial porque sirven para tratar enfermedades olvidadas como el chagas, la tuberculosis y la malaria.
Fuente: TSS