Científicos argentinos que en lugar de pesticidas 'fumigan' con insectos estériles para acabar con la temida mosca del Mediterráneo, la plaga responsable de millonarias pérdidas en la producción frutihortícola de un centenar de países.
Unos 240 millones de machos esterilizados con radiación nuclear son liberados cada semana en Argentina con la misión de copular con hembras silvestres y exterminar a su propia especie.
En la bioplanta modelo, ubicada en el departamento mendocino de Santa Rosa, este meticuloso método deja de lado el uso de agroquímicos para lograr el mismo propósito: el control de la plaga.
En habitáculos donde se reproduce cada estadio de la vida de este insecto, 200 especialistas trabajan en turnos rotativos todo el año para conseguir el mayor número de nacimientos de ejemplares que no tendrán descendencia.
"En temporada alta (el verano austral) producimos 300 millones por semana, 240 se esterilizan con Cobalto60, el resto cubre la colonia", explica Alejandro Asfennato, a cargo de la bioplanta de 24.000 metros cuadrados, la quinta en el mundo por su tamaño y única en su tipo en el Cono Sur.
Esta 'fábrica de moscas' del Instituto de Sanidad y Calidad Agropecuaria de Mendoza (Iscamen) abastece de insectos estériles a todo el país y también los exporta. En los últimos años España y Brasil han recibido millones de moscas argentinas para ayudar a combatir la plaga que ataca a decenas de especies frutales por igual y su método a escala mereció la visita de técnicos de Israel y Jordania, entre otros.
"Los insectos tienen una capacidad de reproducción muy alta. En el caso de la mosca de los frutos puede poner hasta 200 huevos en un ciclo de vida" explica Andrea Bartolucci, ingeniera agrónoma responsable del programa provincial de erradicación de la mosca del Mediterráneo.
Mendoza inició este plan en los años 90 y ha conseguido resultados. El Valle de Uco ha sido declarado libre de la plaga en 2004.
Lo mismo la región Patagónica que mantiene sin embargo un estricto plan de liberación de machos estériles a razón de 40 millones por semana en zonas urbanas para evitar nuevos brotes que comprometan su certificación internacional.
"Mantenemos una cierta densidad de machos voladores por hectárea que oscila entre 700 a 1.200 semanales para sostener una presión adecuada sobre la especie", explica la especialista.
Fuente: Los Andes