Investigadores del INTA desarrollaron un sistema que controla la temperatura y humedad del compost para evitar contaminaciones y obtener un abono de mejor calidad.
El dispositivo ya está operativo y se espera que su versión comercial esté disponible durante los próximos meses.
En las unidades productivas rurales suele haber desperdicios orgánicos que muchas veces se convierten en un problema. Por eso, durante los últimos años se ha promovido la elaboración de abono orgánico o compost, algo que permite controlar los desechos y, al mismo tiempo, reutilizarlos para mejorar o biorremediar los suelos.
Para lograrlo, se desarrolla el compostaje, un proceso biológico y oxidativo que optimiza la degradación de los residuos orgánicos en el tiempo y de forma adecuada para que el compost resultante (que se logra a través de una combinación de fuentes de carbono, en general de residuos vegetales, y nitrógeno, usualmente de estiércol de origen animal) quede estable y libre de patógenos.
En general, se utiliza un sistema de pilas de residuos —de dos metros de ancho de base, por alrededor de un metro y medio de alto y de 30 a 50 metros de largo— con volteo a campo (al aire libre y que se da vuelta cada tanto para remover), que debe mantener ciertas condiciones de temperatura y humedad para lograr mejores resultados y evitar contaminaciones que pueden ser riesgosas. “Buscamos que la pila tenga un 60 % de humedad durante todo el proceso y temperaturas termofílicas, superiores a los 50 o 55 grados y que se mantengan durante 48 horas, para programar volteos y riegos”, detalla Luciano Orden, técnico del INTA Hilario Ascasubi, en Buenos Aires, y agrega que “las normas indican que es necesario cumplir ese proceso dos veces en el ciclo de compostaje para asegurar que al final, cuando hagamos los análisis de patógenos, de Escherichia coli y Salmonella, estén en cantidades aptas para ser manipuladas”.
Este ingeniero agrónomo desarrolló un sistema de telemetría que incluye un software para la interpretación de datos al que se puede acceder vía Internet. A simple vista, se ve una varilla de acero inoxidable con una pequeña caja, como las llaves térmicas que se encuentran en hogares y edificios, pero en verdad se trata de un controlador de temperatura y humedad que, a través de GPRS (servicio de datos para móviles), manda información que puede ser consultada en un teléfono celular o en una computadora con conexión a Internet cada 12 horas (aunque puede ser programado según la necesidad de cada productor). “Los sensores se abastecen con una batería que se recarga automáticamente a través de un panel solar”, agrega Orden y asegura que el sistema está adaptado para poder ser insertado en la pila de compostaje y soportar las vicisitudes climáticas.
Para completar la trasmisión y el procesamiento de los datos, también desarrollaron un software que interpreta la información y la convierte en un gráfico. La información se almacena en una base de datos de resguardo que también fue elaborada específicamente para este dispositivo. “Analizamos el modo de transmisión de datos y la mejor manera de mostrarlos y almacenarlos para su posterior análisis, y trabajamos en una salida gráfica que permitiera entender con facilidad los datos transmitidos”, explica Santiago Crocioni, el técnico de la estación experimental de Hilario Ascasubi que estuvo a cargo de este desarrollo, y agrega que los datos se publican en el sitio web de la estación experimental, al que los usuarios pueden acceder través de un usuario y una contraseña.
“Actualmente, estamos desarrollando una nueva versión de estaciones con una comunicación bidireccional, que ofrezca más datos y la posibilidad de visualizarlos en tiempo real”, agrega Crocioni. Por su parte, Orden también adelanta que en la parte de hardware están trabajando para agregar otros sensores, de amonio, dióxido de carbono y oxígeno, aunque advierte que eso les va a llevar “un poco más de tiempo de calibración”.
Mientras tanto, el equipo ya está funcionando como proyecto de investigación en dos programas de INTA —en la Red de Agroecología y en el Programa Nacional de Recursos Naturales—. A través de ellos, instalaron esta tecnología en las diferentes plantas demostrativas de compost que desarrollan, con diferentes residuos orgánicos y distintas problemáticas territoriales. “A través de esta red de sensores, la tecnología estará visible en diferentes provincias: va a estar en Mendoza con el orujo de la vid, en San Juan con el alperujo del aceite de oliva, en Marcos Juárez con el estiércol de cerdo, en Castelar con el residuo del guano de gallina, y yo trabajé en el tratamiento de los residuos de cebolla, que quedan en los galpones de empaque y clasificación que hay acá, en el valle bonaerense del río Colorado”, ejemplifica Orden y destaca que, en paralelo, ya están negociando con una empresa local que se encargaría de la distribución de los equipos.
“Es una empresa de servicios informáticos de Pedro Luro. Los elegimos porque queremos que el desarrollo se quede en una empresa local para que se mantenga el costo accesible y que ellos también puedan tener el mantenimiento y seguimiento del software, así como la vinculación tecnológica con la estación experimental”, dice Orden y agrega que otro sector de la institución se está ocupando del registro de propiedad intelectual más apropiado para este sistema, que se espera que esté disponible en el mercado durante los próximos meses a un precio que rondaría los 10.000 pesos.
Fuente: TSS