Es el registro más antiguo hallado en Sudamérica y se cree que sería el antecesor de la fauna actual.
La antigüedad del hallazgo es tal que no es posible afirmar si se trata de formas vegetales o animales. Por lo tanto biota –conjunto de seres vivos- es el concepto con que se define a cientos de impresiones fósiles de unos 545 millones de años de antigüedad que científicos del CONICET en el Centro de Investigaciones Geológicas (CIG, CONICET-UNLP) encontraron en la formación Cerro Negro, ubicada en la localidad bonaerense de Olavarría. La novedad fue publicada en la revista Scientific Reports.
“Desde el principio nos llamó mucho la atención lo que vimos, porque en el tiempo del que estamos hablando los únicos organismos que existían eran algas unicelulares flotando en el agua, y esto da cuenta de algo más complejo”, relata María Julia Arrouy, becaria posdoctoral del CONICET y primera autora del trabajo. El descubrimiento al que se refiere consiste en un gran número de huellas sobre piedras pertenecientes al período Ediacárico, ubicado entre 563 y 541 millones de años atrás.
El principal valor del hallazgo está dado por ser el registro más antiguo de Sudamérica. “Son impresiones de cuerpos blandos llamados body fossils, que tenían una estructura más compleja de lo habitual conformadas por células eucariotas, es decir, compuestas por membrana, citoplasma y núcleo, y eventualmente con función de tejido”, explica Arrouy. “Estos macrofósiles son muy escasos en el mundo; sólo han aparecido en Canadá, Australia, Namibia, China, Rusia, Reino Unido… ¡y ahora en Argentina!”, apunta con entusiasmo Daniel Poiré, investigador principal del CONICET en el CIG y director del grupo a cargo del trabajo que, cabe mencionar, fue realizado en colaboración con expertos de la Universidad Estatal Paulista (UNESP) de Brasil.
Si bien lo que sigue a futuro es analizar de manera más exhaustiva la especie hallada, debido a su forma de disco y otros rasgos, los investigadores se arriesgan a ubicarla dentro de Aspidella, un conjunto de organismos marinos. “Esa hipótesis, a su vez, implica la presencia de un mar, algo que también está en discusión para este período geológico. Hay teorías que hablan de la existencia de un océano denominado Clymene, y nuestro descubrimiento la abonaría”, describe Arrouy. Por su parte, Poiré añade que “el hallazgo nos señala que esta biota vivió cerca de la playa, en aguas someras no muy cristalinas, probablemente a una profundidad de entre 4 y 20 metros”.
Lo que sí está claro es que esta forma de vida es más primitiva que la que se ha descripto para el período Cámbrico, iniciado hace 542 millones de años en lo que se denomina Explosión Cámbrica, y de ahí que se la ubique con certeza en una antigüedad mayor. “Tenemos que saber que en ese entonces la atmósfera era distinta: estaba más cargada de dióxido de carbono y otros gases ‘nocivos’ para la vida como la conocemos hoy, y los organismos estaban adaptados a esas condiciones. Además, los había a montones, quizá porque no tenían depredadores”, cuenta Arrouy.
En ese cambio de período irrumpió una gran variedad de fauna diversificada -la antecesora de los animales que hoy conocemos-, y especies como Aspidella no subsistieron. “Si bien aún existen interesantes discusiones científicas sobre a qué reino pertenece la biota de Ediacara, uno se inclina a pensar que eran animales pluricelulares, de hecho que habrían sido los primeros en aparecer en el mar 20 millones de años antes de entrar en el período Cámbrico”, señala Poiré, y describe: “Probablemente vivían en posición erguida, fijados al sustrato a través de los discos, y flexibles gracias al agua que les recorría el cuerpo por dentro”.
Profesor de la UNESP y otro de los autores de la publicación, Lucas Warren también resaltó la importancia del hallazgo “para la paleontología de todo el continente”, según expresó. “Hasta ahora, de Ediacara solamente se habían descripto en Brasil y Paraguay otras especies llamadas Cloudina y Corumbella, pero que ya tenían esqueleto. Lo que apareció en Argentina es más antiguo”, apuntó el científico, al tiempo que confió en que registros similares probablemente puedan encontrarse en su país, especialmente en rocas de la misma edad ubicadas en la localidad de Bambuí, Minas Gerais.
Fuente: CONICET