De acuerdo con estudios llevados a cabo por investigadores de Exactas UBA, cangrejos de estuario y langostas de agua dulce sufren cambios que perjudican sus procesos de reproducción y crecimiento cuando entran en contacto con el glifosato y la atrazina, los dos plaguicidas más utilizados en el país.
Nacen fuera de fecha y corren más riesgos para sobrevivir. Crecen menos de lo debido. Se trata de ciertas especies de cangrejos y langostas de agua dulce que se ven afectados cuando entran en contacto con herbicidas muy usados en la Argentina, según estudios de científicos de la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales de la Universidad de Buenos Aires (Exactas UBA).
“Estudiamos principalmente los efectos del glifosato y de la atrazina, los dos herbicidas más utilizados en el país, que poseen además un impacto potencial realmente alto sobre el ambiente”, indica Enrique Rodríguez, director del Laboratorio de Fisiología Animal Comparada de Exactas UBA, y agrega: “En algunos crustáceos tales como cangrejos de estuario y langostas de agua dulce, estos herbicidas alteran el ciclo reproductivo en términos de la maduración gonadal, la calidad de la progenie y de las chances de sobrevivir. Los animales sufren además una menor ganancia de peso, que reduce su crecimiento”.
En su estado natural, el cangrejo Neohelice granulata camina de costado por la bahía de Samborombón, donde se mezclan el Río de la Plata y el océano Atlántico en la provincia de Buenos Aires. Cuando baja la marea deja al descubierto sus cuevas, y es posible verlos salir todos juntos “como si fueran –compara- un gran organismo, con ritmos internos sincronizados entre ellos”. De ese hábitat natural, Rodríguez y su equipo toman ejemplares y los llevan al laboratorio de la Ciudad Universitaria. Allí los estudian y los exponen a plaguicidas bajo condiciones controladas para evaluar sus efectos.
Otro tanto ocurre con la langosta de agua dulce Cherax quadricarinatus de origen australiano, que ha tenido intentos locales de producción comercial. Esta especie también ha sido elegida por los científicos y colocada bajo el microscopio.
En su vida cotidiana, el cangrejo se contacta con los plaguicidas al habitar en un estuario alimentado por ríos o canales que en su recorrido atraviesan campos cultivados y fumigados con estos herbicidas. En tanto, la langosta puede ser contaminada durante su engorde en estanques externos excavados en tierra, habitualmente emplazados entre cultivos o en su cercanía.
“El glifosato, al no tener una toxicidad aguda importante, se asume que puede utilizarse sin demasiado riesgo. Pero ¿qué pasa con los efectos que se acumulan a lo largo de meses y de años en la población humana y en las especies silvestres? Esa es la evaluación que debe hacerse en casos como este. Nosotros evaluamos en dos especies de crustáceos la reproducción y el crecimiento. Ambos son procesos que se manifiestan a largo plazo. Por otra parte, en estas especies los ciclos de vida son relativamente cortos. Entonces, algunos meses de su vida pueden equivaler, en más de un sentido, a más de un año en la escala humana”, señala Rodríguez, investigador del CONICET.
Efectos inesperados
Habitualmente, las hembras de cangrejo en primavera y verano dan a luz a sus crías. Para que ello ocurra, durante el invierno tiene lugar la maduración del ovario para que esté listo cuando llegue la época reproductiva normal. ¿Qué ocurre cuando estos animales están en contacto con estos contaminantes? “Vemos indicios de que tanto el glifosato como la atrazina estarían actuando como desorganizadores endócrinos, es decir, interferirían con ciertas hormonas propias de estos crustáceos que regulan precisamente la maduración del ovario y otros aspectos de la reproducción.
Por lo visto hasta ahora, el glifosato estaría potenciando anormalmente el crecimiento del ovario, mientras la atrazina estaría actuando en el sentido contrario”, observa Rodríguez y enseguida aclara: “Cualquiera de los dos efectos es perjudicial, porque si el animal no se reproduce cuando debiera hacerlo, las crías van a eclosionar en un momento que no es el adecuado. Por otra parte, la acumulación de reservas energéticas se ve alterada, perjudicando a largo plazo el crecimiento de los juveniles”.
De cada puesta de una hembra de cangrejo pueden nacer normalmente hasta 30 mil larvas. En tanto, un reciente estudio publicado en Environmental Toxicology and Chemistry registra “una reducción significativa en el número de larvas” cuando fueron sometidas a una formulación de glifosato. Además, muchas de ellas mostraron anomalías, de acuerdo con la investigación de Luciana Avigliano, Natalia Alvarez y Camila Mac Loughlin, dirigidas por Rodríguez. Por su parte, langostas sometidas al mismo herbicida sufrieron pérdida de peso e inhibición de varias enzimas relacionadas con el metabolismo energético, entre otras alteraciones, según indicaron Avigliano, Fassiano, Medesani, Ríos de Molina y Rodríguez en Bulletin of Environmental Contamination and Toxicology.
“En los juveniles observamos, de manera consistente, una reducción del crecimiento y de las reservas energéticas: hidratos de carbono, lípidos, proteínas. Y, al mismo tiempo, vemos una depresión o arresto metabólico. Ambas cosas se dan juntas. Estamos actualmente corroborando algunas hipótesis sobre una posible reducción en la ingesta, o una menor digestibilidad o aprovechamiento de los alimentos por parte de los animales”, remarca Rodríguez.
Desde hace varios años, Rodríguez sigue de cerca a estos crustáceos y los coincidentes resultados de sus investigaciones lo llevan a afirmar que “ya sea porque los juveniles eclosionan o nacen antes o después del tiempo normal, sumado a los efectos en el crecimiento, el hecho de tener esas crías en ambientes contaminados hace que crezcan menos y tengan más problemas para sobrevivir. No son efectos letales, sino subletales”.
En este sentido, el experto vuelve a remarcar la importancia de evaluar las consecuencias con la mirada puesta en el futuro. “Los efectos son a largo plazo, son más sútiles, lo que a primera instancia no se ve. El informe sobre glifosato generado por CONICET en 2009 dice que el glifosato no es muy tóxico a corto plazo, pero que deben hacerse más estudios para ver qué ocurre a largo plazo.
Estudios ecotoxicológicos tales como los realizados por nuestro grupo, sumados a otros que recientemente han aportado sólidas evidencias sobre los efectos cancerígenos del glifosato en animales de laboratorio, deberían, en mi opinión, llevar a una revisión más exhaustiva de su uso por parte de las autoridades de aplicación”, concluye Rodríguez.
Fuente: NEX