Uno de los grandes desafíos actuales de quienes investigan la enfermedad de Parkinson es controlar los movimientos involuntarios anormales (disquinesias) que provoca la medicación.
Trabajando con animales, un grupo de investigación argentino ensayó un tratamiento que, por su especificidad, previene significativamente esos efectos adversos.
Corrían los años ’60 del siglo pasado y la medicina se ilusionaba con la posibilidad de vencer a la enfermedad de Parkinson. Una droga, la levodopa, había demostrado su eficacia para revertir los efectos de esta patología neurodegenerativa que provoca una disminución en la producción de dopamina y, con ello, alteraciones motoras y psíquicas.
La levodopa llega al cerebro y, una vez allí, el organismo la transforma en dopamina. De esta manera, se consigue restaurar el déficit provocado por la enfermedad y detener sus efectos. Pero, con el tiempo, la ilusión se transformó en una nueva preocupación: se comprobó que el uso prolongado de levodopa provoca en el paciente movimientos involuntarios anormales (disquinesias) que afectan gravemente su calidad de vida. Tal es el padecimiento que ocasionan las disquinesias que se transformaron en sí mismas en un área de investigación de la ciencia.
“Nosotros estudiamos desde hace muchos años los mecanismos moleculares involucrados en el desarrollo de las disquinesias”, cuenta Juan Ferrario, investigador del CONICET en el Instituto de Biociencias, Biotecnología y Biología Traslacional (iB3) que funciona en la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales de la UBA. “En ese camino, encontramos una molécula en particular que podría ser un interesante blanco terapéutico. Esta molécula se llama Fyn”.
Fyn novedoso
Las investigaciones llevadas a cabo en distintos lugares del mundo mostraron que el bloqueo de un receptor (llamado NMDA) que está presente en las sinapsis neuronales reduce significativamente las disquinesias. De hecho, actualmente se utiliza la amantadina -un bloqueante de los receptores NMDA- como medicamento de elección para atenuar este padecimiento.
El problema es que los receptores NMDA median muchísimas funciones en todo el cerebro. Entonces, cuando se le administra amantadina a un paciente se generan un montón de efectos adversos, con lo cual, es muy difícil sostenerla en el tiempo.
Los estudios llevados a cabo por el grupo de Ferrario habían demostrado que Fyn, como la amantadina, regula la actividad del receptor NMDA. Pero, a diferencia de la amantadina, Fyn es una proteína producida por las propias células y ejerce su acción desde el interior de ellas.
En un trabajo publicado en 2018, utilizando ratones en los que se puede provocar el Parkinson y reproducir los efectos de la levodopa, los científicos argentinos demostraron que bloqueando con una droga la actividad de Fyn lograban reducir significativamente las disquinesias. Pero el problema persistía: Fyn está en todas las células del cuerpo cumpliendo diversas funciones. Por lo tanto, el bloqueo de Fyn podría provocar efectos secundarios en todo el organismo.
Fyn específico
Ahora, un estudio publicado en la revista científica eNeuro da cuenta de un avance experimental que posibilita bloquear la actividad de Fyn de manera específica y en un área muy precisa.
“En colaboración con el Laboratorio de Terapéutica Experimental de los Procesos Neurodegenerativos del INGEBI, desarrollamos una herramienta muy específica. Es un micro-ARN insertado en un vector viral que se inyecta exclusivamente en la estructura cerebral que está afectada”, revela Ferrario.
El investigador explica que se trata de una microinyección de un microvolumen de una preparación que contiene el virus con el microARN: “El virus se integra al ADN celular y comienza a producir un ARN que interfiere en la producción de Fyn”, señala, y destaca: “Confirmamos efectivamente que nuestro protocolo permite reducir significativamente la actividad de Fyn en el área tratada”.
Los resultados de los experimentos son alentadores: “Comprobamos que los animales que tienen el microARN contra Fyn desarrollan menos disquinesias. También observamos que el efecto de este tratamiento se prolonga en el tiempo”.
Hay otro resultado que entusiasma a los científicos: “Diseñamos dos protocolos experimentales. En uno de ellos, administramos el microARN antes de inducir las disquinesias con levodopa. En el otro, indujimos las disquinesias y, después, les inyectamos el microARN. En el primero de los casos, que sería una especie de terapia preventiva, el efecto es muy poderoso: conseguimos reducir las disquinesias casi en un 90%”.
Tras destacar el “fenomenal” trabajo de Melina Bordone, primera autora del estudio, Ferrario advierte que este desarrollo es un modelo experimental y exploratorio, y remarca: “Es una herramienta que debe perfeccionarse y que todavía está lejos de llegar a un estudio clínico”.
El paper publicado en eNeuro fue financiado con fondos del CONICET y de la Fundación Michael Fox. Además de Bordone y Ferrario, el trabajo lleva la firma de Ana Damianich, Alejandra Bernardi, Tomas Eidelman, Sara Sanz-Blasco, Oscar Gershanik y María Elena Avale.
Fuente: Nex