Investigadores de la Universidad Nacional de Villa María instalaron un laboratorio de biogás para analizar los sustratos de los productores de la región en un proyecto conjunto con el frigorífico Alimentos Magros, que a partir del uso de biodigestores logró generar energía con los residuos de la faena.
El proyecto se inició con financiamiento del programa FONARSEC para consorcios público-privados.
Investigadores de la Universidad Nacional de Villa María (UNMV), en la provincia de Córdoba, instalaron un Laboratorio de Control de Biogás –se trata del primero en su tipo en la Argentina– para analizar los sustratos de los productores de su región. El proyecto se realizó con financiamiento del programa FONARSEC (Fondo Argentino Sectorial) de la Agencia del Ministerio de Ciencia, Tecnología e Innovación Productiva (MINCYT) y consistió en un subsidio de más de 11 millones de pesos, otorgado en el año 2015 a un consorcio público-privado integrado por la UNMV y el frigorífico Alimentos Magros.
El objetivo inicial fue identificar los subproductos del frigorífico que podían utilizarse en un biodigestor para generar gas y producir electricidad para cubrir las necesidades de la planta industrial, en una zona –Justiniano Posse, en Córdoba– con problemas de potencia eléctrica.
Actualmente, la empresa cuenta con biodigestores de 1000 metros cúbicos, en los que deposita los efluentes generados –principalmente restos de la faena de cerdo– que son mezclados con inoculantes como bosta de vaca para generar biogás y biofertilizantes. De esta manera, la empresa soluciona el problema del tratamiento de sus efluentes y logra abastecer sus necesidades de energía. El gas generado se puede usar para alimentar un motogenerador o bien fuente de calor para diferentes usos.
La biotecnóloga María José Galván, docente de la UNMV, becaria doctoral del CONICET e integrante del proyecto, explicó a TSS: “La creación de esta línea de investigación partió de la demanda de los productores y la agroindustria para la gestión de los pasivos ambientales de la región. Se trata de los subproductos de algunos proceso, incuídos los purines, los residuos de frigoríficos, desechos lácteos y el resto de los residuos característicos de la zona. Hacía falta probar la viabilidad de un tratamiento de estos residuos que a la vez permitiera obtener biogás”.
Terminado el proyecto con el frigorífico, ahora el laboratorio está recibiendo sustratos e inóculos de diferentes productores de la zona interesados en conocer el potencial metanogénico, es decir, la posibilidad de generar gas metano de sus residuos. Actualmente están recibiendo muestras de estiércol de diferentes tipos de animales, suero lácteo, residuos de producción de maní y descartes de mercados y productores de hortalizas, entre otros. Su trabajo consiste en analizar el sustrato y evaluar las concentraciones y mezclas necesarias para generar los grupos de bacterias necesarios para generar gas. La investigación es dirigido por el ingeniero Roberto Manno y el grupo también está integrado por Mara Cagnolo, Florencia Ribero y Julieta Oviedo.
“Queremos obtener datos reales de la cantidad de materia orgánica que puede ser transformada en biogás para tener un coeficiente de conversión real”, explicó Galván. Y agregó: “Siempre nos manejábamos con valores teóricos sacados de bibliografía extranjera, o de ensayos que carecían del respaldo de una investigación científica, pero necesitamos generar nuestros propios datos. La Argentina no cuenta con doctores especializados en biogás y entonces siempre tuvimos que salir a buscar asesoramiento y capacitaciones en el exterior, en Alemania o China. El próximo año vamos a tener doctores y gente formada en estos temas, sumado a que hay un interés renovado por las energías renovables y especialmente por el biogás”.
El proyecto permitió un trabajo conjunto entre investigadores y empresarios y comprendió tanto la creación del laboratorio de simulación de biodigestiones como líneas de investigación para la caracterización de sustratos y el control de calidad del biogás. Además, se estudiará la inocuidad del producto biodegradado para ser utilizado como biofertilizante. Como parte del consorcio público-privado, los investigadores trabajaron principalmente en la puesta a punto de los dos digestores de 1000 metros cúbicos de la empresa y los empresarios aportaron su conocimiento sobre la operación industrial, lo que permitió diseñar una estrategia que permitiese aumentar la rentabilidad de la planta, reducir la generación de residuos y bajar los costos de electricidad y gas envasado.
“En el mercado hay mucha oferta de empresas que montan diversos tipos de biodigestores, desde los más caseros, que son estructuras tubulares de plástico que pueden instalarse en los domicilios, hasta los más complejos, que son utilizados por las grandes empresas. El gran tema es la alimentación del biodigestor y saber qué inóculo y sustrato es preferible usar para tener un gas de calidad”, aseguró Galván.
Fuente: TSS