La investigación fue realizada por científicos del CONICET y publicada en la prestigiosa revista Nature Ecology & Evolution.
Reconstrucción de Ingentia prima en vida. Largo total 8 metros aproximadamente. Ilustración: Jorge González. |
Los dinosaurios dominaron los ecosistemas terrestres por más de 140 millones de años durante la Era Mesozoica (iniciada hace 250 millones de años y culminada hace 66 millones de años). Entre ellos, el grupo de los sauropodomorfos –una mega familia de dinosaurios herbívoros- incluye las especies de animales terrestres de mayor tamaño de las que se tenga registro.
Hasta ahora se consideraba que los primeros dinosaurios gigantes, mayores a 10 toneladas, habían surgido en el período Jurásico –hace unos 180 millones de años – y que posteriormente evolucionaron hasta alcanzar alrededor de 70 toneladas, como los que conocemos de épocas más recientes en Patagonia.
Un nuevo estudio realizado por investigadores del CONICET a partir del descubrimiento de una nueva especie de dinosaurio, Ingentia prima, hallada en la localidad de Balde de Leyes, en la Provincia de San Juan, reveló que los primeros dinosaurios gigantes aparecieron, en realidad, cerca de 30 millones años antes que lo que se pensaba, durante el Triásico (unos 210 millones de años atrás). De acuerdo a los resultados de la investigación –publicados hoy en Nature Ecology & Evolution– los dinosaurios en esta época llegaron a alcanzar cerca de 10 toneladas, un peso similar al de los primeros gigantes del Jurásico.
“El nombre de la nueva especie ‘Ingentia’ significa inmensa y hace referencia a su tamaño colosal para la época en la que vivía, en tanto que ‘prima’ indica que es el primer gigante conocido hasta hoy”, explica Cecilia Apaldetti, investigadora asistente del CONICET en el Instituto y Museo de Ciencias Naturales (CIGEOBIO, CONICET-UNSJ) y autora principal del trabajo.
“El estudio revela además, que la nueva especie se encuentra cercanamente emparentada a una especie ya conocida del Triásico de la Argentina y otra de Sudáfrica, lo que nos llevó a definir una nueva familia de dinosaurios: Lessemsauridae”, explica Diego Pol, investigador principal del CONICET en el Museo Paleontológico Egidio Feruglio (MEF), y uno de los autores del trabajo. “Esto confirma la conexión de ambos continentes y evidencia la gran radiación y éxito evolutivo que tuvieron estos dinosaurios herbívoros durante casi toda la era Mesozoica”, agrega.
Lo que diferencia a las especies de este nuevo grupo es una estrategia de crecimiento novedosa que los distingue tanto de los saurópodos gigantes del Jurásico como de las especies más primitivas con las que coexistieron en el Triásico.
“Mientras los dinosaurios gigantes del Jurásico crecían de manera acelerada y continua hasta llegar a ser adultos, los dinosaurios primitivos del Triásico lo hacían de forma estacional, de manera similar a lo que vemos en el crecimiento de los árboles. Lo que diferencia a estos primeros gigantes de la familia Lessemsauridae es que crecían de manera cíclica pero extremadamente acelerada. Lo más sorprendente es que durante la estación de crecimiento acelerado lo hacían a una velocidad aún mayor a la de los gigantes que crecían de manera continua”, explica Ignacio Cerda, investigador adjunto de CONICET en el Instituto de Investigación en Paleobiología y Geología (IIPG, CONICET-UNRN) y coautor del trabajo.
Esta información pudo obtenerse gracias al estudio de la microestructura interna de los huesos, la cual permite conocer, entre otros aspectos, de qué forma crecían los dinosaurios y otros animales extintos.
El estudio permitió además deslindar el gran tamaño que pueden alcanzar los dinosaurios respecto de otros cambios anatómicos, que eran considerados una condición indispensable para el gigantismo. “En general se considera que el agigantamiento requiere de diversos cambios anatómicos que acompañan al aumento de la masa corporal. En el Triásico los dinosaurios sauropodomorfos eran cuadrúpedos o bípedos facultativos, es decir los brazos no se utilizaban exclusivamente para caminar sino que también cumplían otras funciones. En las especies de tamaño gigante los brazos adoptan una función exclusivamente motora -son columnares, pierden flexibilidad y tienden a desaparecer las falanges de los dedos-. Otros cambios que habían sido notados son el alargamiento del cuello y la reducción del cráneo”, relata Apaldetti.
El estudio documenta que los primeros gigantes, como Ingentia y otras especies de Lessemsauridae, llegaron a alcanzar este tamaño pero carecen de un cuello extremadamente largo y, pese a ser cuadrúpedos, sus brazos no son completamente columnares y poseían falanges y garras bien desarrolladas. Esto lleva a concluir que ciertas características anatómicas hasta ahora consideradas imprescindibles para el gigantismo en realidad no lo eran, y fueron producto de una evolución posterior.
No obstante, los investigadores reconocen que sin la mediación de ciertos cambios anatómicos no hubiera sido posible que los dinosaurios llegaran a los tamaños extraordinarios de hasta 70 toneladas como lo hicieron en épocas más recientes.
Por otro lado, además de la similar masa corporal existe un rasgo muy particular que diferencia a esta nueva familia de dinosaurios del resto de los sauropodomorfos del Triásico y los acerca a los primeros gigantes del Jurásico: rastros de un eficaz sistema respiratorio similar al que poseen las aves actuales.
“Tenemos indicios en el esqueleto de profundas cavidades que indicarían la presencia de extensiones del sistema respiratorio invadiendo los huesos como lo hacen los sacos aéreos de las aves actuales. Esto está muy desarrollado en la zona cervical -tal como poseen las aves actuales- y sugiere la aparición de un sistema de respiración muy eficiente coincidente con el momento del origen del gigantismo”, señala Pol.
El estudio multidisciplinario incluyó además la participación de Ricardo Néstor Martínez y Oscar Alcober, ambos investigadores del Instituto y Museo de Ciencias Naturales-UNSJ—del cual el segundo es Director—y del CIGEOBIO, quienes idearon y lideraron el proyecto.
“Las rocas triásicas de Balde de Leyes complementan la historia que conocíamos de los principales grupos de vertebrados que surgieron unos millones de años antes y hoy vemos preservados en Ischigualasto, por ejemplo. Este nuevo yacimiento además contiene rocas de edad Jurásica con un alto contenido fosilífero, lo que da una continuidad de información acerca de la historia evolutiva de estos animales que se originaron, diversificaron y conquistaron casi todos los ecosistemas terrestres durante el resto de la era Mesozoica”, confía Martínez.
Fuente: CONICET