martes, 5 de noviembre de 2013

El reactor nuclear CAREM. "Su finalidad será ubicar a la Argentina en la élite de la industria nuclear mundial"

Nuestro país está en camino de construir la primera central atómica de diseño íntegramente nacional. Se trata de un reactor de características novedosas, más simple y más seguro que cualquier otro de los que actualmente funcionan en el mundo. Se llama CAREM y colocará a la Argentina a la vanguardia tecnológica en el mercado internacional de generación nucleoeléctrica.

Primer elemento combustible del CAREM25. Foto: CNEA

Si bien puede resultar inverosímil, es estrictamente cierto. Pero, ¿cómo puede ser que un proyecto ideado en los albores de la década del 80, que se retomó luego de más de un cuarto de siglo de abandono, pueda constituirse en uno de los mayores desafíos tecnológicos nacionales y pueda transformar a nuestro país en uno de los líderes mundiales en reactores nucleares de baja y mediana potencia? “Es que cuando se generó el concepto CAREM presentaba una serie de características muy novedosas que lo hacían único en el mundo. Con los años, otros diseños empezaron a adoptar soluciones parecidas y algunos directamente lo copiaron. Pero todavía llevamos la delantera”, explica Osvaldo Calzetta Larrieu, gerente del proyecto CAREM en la Comisión Nacional de Energía Atómica (CNEA).

l proyecto CAREM (acrónimo de Central Argentina de Elementos Modulares) consiste en el desarrollo, construcción y operación de la primera central nuclear de potencia que cuenta con un diseño ciento por ciento nacional. “Aunque no tuviera particularidades distintivas demasiado grandes, que la Argentina diseñe y construya una central nuclear es un desafío muy grande. No hay muchos países que lo puedan hacer. Pero, además, el CAREM tiene características muy novedosas”, se entusiasma Calzetta.

El CAREM es un PWR, Pressured Water Reactor, es decir que se refrigera con un circuito primario de agua liviana. Pero se trata de un modelo de tercera generación plus, el primero en construirse a nivel mundial. La diferencia con los PWR clásicos (como Atucha I y II) es que el CAREM cuenta con un “sistema de seguridad inherente básicamente pasivo”, lo que significa que para ejecutarse no requiere de la intervención humana ni de sistemas activos que requieran alimentación y mantenimiento adicionales. Así, por ejemplo, el agua circula enfriando su núcleo por convección, sin necesidad de bombeo; las válvulas se accionan por diferencia de presión; de ser necesario, el agua inunda el reactor producto de la gravedad. “Son soluciones intrínsecamente seguras porque están basadas en leyes de la naturaleza. Y esas leyes no fallan”, describe el funcionario, y agrega, “ningún sistema de seguridad es único. Siempre hay un segundo de respaldo”.

Eliminadas las bombas, también desaparece la necesidad del abastecimiento eléctrico necesario para que funcionen, que suele ser lo primero que falla cuando se produce cualquier tipo de desastre natural. Pero, además, otro de los conceptos innovadores que propone el CAREM es el de la “integración”, por el cual, el circuito primario, los mecanismos de control y parte del circuito secundario (los generadores de vapor) se encuentran contenidos en un único recipiente de presión (una olla de presión de acero forjado de once metros de alto, con paredes de entre 13 y 20 centímetros de espesor), lo que reduce significativamente el número de caños y otras conexiones hacia el exterior del recipiente, por lo que prácticamente elimina la posibilidad de que ocurra el peor accidente que puede sufrir un PWR: la pérdida de líquido refrigerante debido a la rotura de cañerías.

Este conjunto de innovaciones hace posible que, frente a un accidente grave, el CAREM pueda soportar por sí mismo, sin alimentación externa, sin motores diesel y sin presencia humana, hasta 36 horas.

Todo es historia

El concepto CAREM nació a principios de la década de 1980, cuando la CNEA decidió avanzar por primera vez sobre el diseño propio de un reactor nuclear de potencia. En 1984 se presentó oficialmente el proyecto en una conferencia que se llevó a cabo en Lima, Perú. Posteriormente y hasta 1999 el diseño pasó a manos de INVAP, siempre supervisado por la CNEA. Claro que, a lo largo de la década del 90, en el marco del desmantelamiento del sistema científico tecnológico nacional, sobre la base del ahogo presupuestario y la falta de renovación de los recursos humanos, el proyecto sólo se mantuvo vivo por la porfía de un grupo de ingenieros y científicos que le siguieron aportando miles de horas de labor.

A partir del año 2000, el ritmo de trabajo en el proyecto disminuyó y, con la crisis del 2001, fue prácticamente abandonado, salvo por un pequeño grupo de personas que lo mantuvo con vida. El escenario cambió drásticamente a partir del año 2006 cuando se relanza el programa nuclear argentino con la firma del decreto 1107/06 que declaró de interés nacional “la construcción y puesta en marcha del Prototipo de Reactor CAREM”. A partir de ese momento, se fueron dando sucesivos pasos para darle solidez institucional a la iniciativa. Entre ellos, se destaca la creación de la Gerencia CAREM en la CNEA. Así, el equipo de trabajo que en 2008 reunía apenas once especialistas, pasó a tener 150 personas a las que se suman otras 150 de otras áreas.

El prototipo del reactor CAREM tendrá 25 megavatios de potencia, lo suficiente como para iluminar una ciudad de 100 mil habitantes. Estará emplazado en la localidad bonaerense de Lima, junto a las centrales Atucha I y Atucha II, muy cerca de la ribera del Paraná de las Palmas. Actualmente, ya empezaron las obras de preparación del terreno y, en breve, se dará comienzo a la obra civil. De acuerdo con el cronograma establecido, el inicio de las pruebas está previsto para el primer semestre de 2016, mientras que la primera carga de combustible nuclear tendría que efectuarse durante la segunda parte del año 2017.

Una vez finalizadas las pruebas con el CAREM25, comenzará la construcción de otro módulo CAREM, más grande, de 150 MWe de potencia, apto para abastecer a una población de 400 mil personas. Ya se firmó un convenio con la provincia de Formosa para avanzar en la instalación del reactor en su territorio.

Otro hecho fundamental es que, además de ser un diseño ciento por ciento nacional, el 75 por ciento –aproximadamente- de los componentes del CAREM25 van a ser provistos por empresas locales públicas y privadas y, en total, alrededor del 65 por ciento de sus piezas serán fabricadas en el país. “Lo que se decidió es que todo lo que fuera estratégico se va a diseñar y hacer en el país –detalla Calzetta-. Por ejemplo: el sistema de control operativo no tiene ningún sentido que lo desarrolle la Argentina porque, al haber muchos proveedores, no existe dependencia ya que uno puede elegir a la empresa que quiera en el momento que quiera. Pero el sistema de seguridad se hará localmente y el recipiente de presión, que es otro componente esencial, también se va a fabricar en Argentina”.

De Argentina hacia el mundo

Las mismas características que hacen del CAREM un reactor de última generación, sencillo, ultraseguro y de bajo costo, también le imponen ciertas restricciones respecto de su tamaño. Sus desarrolladores proyectan que hasta los 150 MWe podrá funcionar con la misma configuración que el prototipo de 25 MWe. En tanto que, para los módulos de 300 MWe, habrá que incorporar bombas en el circuito primario para su funcionamiento. Ese es el tope de potencia para el que fue pensado el CAREM.

Ahora bien, ese límite en su diseño, ¿constituye una desventaja frente a las megacentrales nucleares capaces generar 1.000 o 1.500 MWe? Si bien es cierto que a partir de la década del 80 y apelando al paradigma de las economías de escala, se tendió a construir centrales cada vez más grandes, lo concreto es que debido a la mayor complejidad que implica su construcción y a la necesidad de más y mejores sistemas activos de seguridad, en lugar de descender, su costo pasó de 1.500 a 6.000 dólares por kilovatio instalado. Por otro lado, no son muchos los países cuya grilla eléctrica pueda soportar una central de mil o más megavatios eléctricos porque, si ante cualquier inconveniente deja de funcionar, puede provocar el colapso todo el sistema.

Además, la energía que producen las grandes centrales no suele consumirse localmente sino que ingresa en los circuitos interconectados nacionales para ser llevada a través de líneas de alta tensión hasta lugares muy lejanos, a un costo de 2,5 millones de dólares por kilómetro. “Es carísimo –subraya Calzetta-. Y además se desperdicia mucha energía. Argentina pierde en transmisión un 13 por ciento de lo que produce; Brasil, el 16 por ciento. Instalar una central cerca del sitio que va a alimentar implica un ahorro enorme”.

El CAREM, por sus características, resulta ideal para el abastecimiento eléctrico de zonas aisladas, abastecer polos fabriles o emprendimientos mineros con alto consumo energético, darle potencia a plantas desalinizadoras de agua o proveer de vapor a un proyecto industrial.

En la actualidad, existe un número importante de países interesados en sumar reactores nucleares a su grilla eléctrica. Para ellos, empezar con una megacentral constituye una complicación enorme. Por un lado, porque es muy distinto para una nación periférica conseguir financiamiento para un gasto de 500 millones de dólares que de 6 mil u 8 mil millones, que es el costo de una megacentral. Y, por otro, porque resulta muy difícil manejar y controlar una central tan grande sin experiencia previa. En este escenario los módulos de 150 y 300 MWe del CAREM parecen una solución ideal, tanto desde el punto de vista técnico como económico, para estados en vías de desarrollo con aspiraciones nucleoeléctricas. “Incluso el prototipo del CAREM puede ser un producto muy vendible para países que quieren dar el primer paso en la industria nuclear. Si bien es un poco más grande que los reactores experimentales, tiene la ventaja de que cuenta con el ciclo completo. Y, además, genera energía”, ilustra Calzetta.

Ahora bien, ¿existen indicios concretos que demuestran el interés de otros países en el proyecto CAREM? Calzetta muestra un grueso estudio elaborado por una consultora internacional acerca de la demanda que este tipo de reactores puede tener en el mercado mundial. El informe ubica al CAREM entre los diez proyectos más avanzados en esa línea. El funcionario, también señala que Estados Unidos acaba de invertir 500 millones de dólares en una empresa para que se haga del licenciamiento de un reactor de estas características. Por último, relata las reiteradas consultas que recibe en los distintos encuentros internacionales a los que asiste y cuenta una anécdota que vivió durante la última reunión de la Internacional Atomic Energy Agency (IAEA). “Los representantes de Argelia nos decían que querían empezar a instalar reactores nucleares medianos y chicos en su país y que necesitarían una flota de CAREM”. Yo, medio en broma, medio en serio, les contesté: “No se hagan problema. Les reservamos los primeros cincuenta”, recuerda con una sonrisa. Pero en seguida remarca: “lo que es muy importante y eso lo sabemos nosotros, el gobierno y todos los que están en esta industria, es que ser los primeros en llegar al mercado, resulta clave. Hoy llevamos la delantera y no debemos perderla”.

Salto al desarrollo

Es claro que, si bien puede ser de utilidad en algunas regiones de nuestro país, el objetivo central del proyecto CAREM no apunta a resolver ningún déficit energético local. Su finalidad esencial será ubicar a la Argentina en la élite de la industria nuclear mundial y posibilitar la exportación de conocimiento y tecnología nacional.

Desde hace casi dos décadas Argentina le ha vendido reactores experimentales a Perú, Argelia, Egipto y Australia, ganándole en las licitaciones a la competencia canadiense, francesa, japonesa, coreana, rusa y estadounidense. “Con esas exportaciones hemos obtenido reconocimiento internacional”, señala Calzetta y agrega, “si ahora logramos fabricar y vender nuestra propia central nuclear no me cabe duda de que va significar un salto de visibilidad y prestigio a nivel global”.

Si el país logra concretar este proyecto, la consecuencia, en el mediano plazo, será que la industria nacional alcanzará un nuevo estadio en su desarrollo; que se crearán numerosas empresas proveedoras de tecnología; que se requerirán miles de puestos de trabajo calificado, que se necesitarán muchísimos ingenieros, físicos, químicos, computadores, matemáticos; y que, el CAREM, se convertirá en la plataforma que facilitará la exportación de otros productos de altísimo valor agregado.

Alguna vez, un experto en energía dijo durante una conferencia: “el negocio nuclear no pasa por encender lamparitas, sino empresas y cerebros”.

Fuente: noticias.exactas.uba.ar