Científicas y científicos de la Argentina junto con colegas de España hallaron que células madres placentarias inhiben la proliferación de células cancerosas hepáticas cuando se las pone en contacto en el laboratorio.
Inmunofluorescencia en células de hepatocarcinoma humano tratadas con el medio condicionado de la membrana amniótica. Foto: Julieta Maymó. |
Si bien faltan numerosos pasos antes de comprobar su eficacia en humanos, mostraron ser selectivas, es decir, sólo atacan a las enfermas sin afectar a las sanas.
Hoy y todos los días, casi dos mil mujeres en la Argentina dan a luz a sus bebés. Para ello, como en todo trabajo de parto, ellas primero debieron romper bolsa o saco amniótico, que suele ir a parar a la basura junto con la placenta. Justamente, antes de que este material sea desechado, científicas y científicos de Exactas UBA lo recuperan para estudiar sus células con propiedades especiales. Y han logrado resultados auspiciosos en su búsqueda de componentes antitumorales para dar a luz tratamientos futuros contra el cáncer de hígado.
“La membrana amniótica además de poseer células madres, libera al medio factores que tienen propiedades antitumorales, según se vio hace poco tiempo, en 2002”, precisa Julieta Maymó junto con Rodrigo Riedel, desde el Laboratorio de Fisiología Molecular Placentaria de la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales de la Universidad de Buenos Aires. Ambos, junto con un equipo de investigadores de la Argentina y España, apuntaron sus microscopios a observar qué les ocurre a las células cancerosas del hígado, o hepatocarcinomas, cuando se las pone en contacto in vitro con material amniótico.
“En el último trabajo publicado en Scientific Reports de Nature, señalamos que a partir del medio condicionado de la membrana amniótica se inhibe la proliferación de células de hepatocarcinoma humano. Se detiene la multiplicación y disminuye su número”, precisa Maymó, investigadora en el IQUIBICEN (UBA-CONICET). Si bien el trabajo se halla en etapas iniciales, y aún falta tiempo para probar su eficacia en animales de laboratorio y luego en humanos, por ahora muestra un aspecto importante que es destacado por Riedel: “El tratamiento es selectivo, ataca directamente a las células cancerosas, pero a las normales no les hace ningún daño”. Este es un dato remarcado por ambos especialistas pues, “cuando se hacen tratamientos anticancerígenos, se suelen matar las células buenas y las malas por igual”.
Especialmente dirigidas a células tumorales que causan uno de los tipos más habituales de cáncer de hígado en adultos, el carcinoma hepatocelular (HCC, por sus siglas en inglés), esta investigación buscará también conocer si además de inhibir la proliferación, evita que las células malignas migren a otros órganos, diseminando con metástasis la enfermedad en el cuerpo.
El interés por esta dolencia surge en el equipo de especialistas desde hace muchos años dada la magnitud del problema que se enfrenta. “El cáncer de hígado es la quinta causa más común de cáncer en el mundo, y el carcinoma hepatocelular en particular, representa el 90% de los tumores malignos primarios del hígado. El HCC es un proceso progresivo y complejo que generalmente se detecta en etapas tardías de la enfermedad y, por lo tanto, tiene un pronóstico pobre y una supervivencia limitada”, destacaron en el paper como parte de la necesidad de encontrar terapias alternativas para reducir la mortalidad de este mal (Ver recuadro: Ellos y …)
Dar a luz un estudio
Permanentemente, el equipo de trabajo de Exactas UBA está en contacto con profesionales del Hospital Nacional Profesor Alejandro Posadas, de El Palomar, en el conurbano bonaerense. Y, con la urgencia de un obstetra, acuden a buscar material amniótico. “La vida útil de la placenta de un embarazo a término es corta”, señala la doctora en Química Maymó y, más adelante, agrega: “La vamos a recuperar en un recipiente refrigerado, y enseguida lo procesamos. No pasan más de dos horas desde el parto hasta que la empleamos”.
(De izq. a der.) Julieta Maymó, Rodrigo Riedel, Luciano Pérez, Malena Schanton, Cecilia Varone y Nataly de Dios. |
Ya en la porteña Ciudad Universitaria, el equipo pone manos a la obra. “Incubamos pequeños pedacitos de la membrana amniótica esterilizada en un medio sin suero para que la membrana libere sus factores”, describen. A este material lo colocan sobre células de cáncer de hígado y realizan diferentes pruebas.
“La placenta está equipada con un mecanismo que le impide ser rechazada por el organismo. Es que el bebé es un cuerpo extraño para la madre, entonces, la la placenta genera un ambiente de tolerancia inmune evitando que la madre rechace al embrión en gestación. Esto hace que cuando estas células son trasplantadas a cualquier paciente, no tengan ningún rechazo”, subraya Riedel como ventaja en caso de que el tratamiento resulte efectivo en un futuro.
Además, otro hecho que destacan es su bajo costo. “En las salas de parto, la placenta se descarta literalmente a la basura, y no tiene ningún tema de dilema ético su uso porque con el consentimiento informado de las madres y la aprobación del Comité de Ética del Hospital, se puede retirar sin inconveniente”, indica Maymó. Otra elemento que suma a que no sea un proceso oneroso es que “el método que se utiliza en el laboratorio requiere de poco equipamiento”, puntualiza Riedel.
Ahora, sus próximos pasos buscarán entender cuál es el mecanismo que detiene la proliferación de células tumorales, o cómo es que mueren. “El proyecto es grande y tenemos muchas ambiciones. No sólo queremos trabajar en hígado, sino también en cáncer de pulmón”, concluyen ambos especialistas.
Fuente: NEX