La isla Marambio, al noreste de la Península Antártica, tiene para los argentinos un nombre familiar. Allí se encuentra la conocida base Marambio, pero también es uno de los territorios más explorados y con mayor cantidad de hallazgos fósiles de toda la Antártida.
Los campamentos científicos en esta isla cuya superficie está limpia de hielo son el escenario donde cada año se descubren nuevas piezas que ofrecen rastros del Eoceno, una era geológica que ronda los 40 millones de años de antigüedad.
Si bien los dinosaurios ya se habían extinguido, la fauna de aquella era difería mucho de la que cohabita con nosotros en la actualidad. Las aves reinaban en nuestro planeta y los pingüinos, en particular, mostraban especies de tamaños descomunales que podían superar los 2 metros de altura -el magnífico pingüino emperador que hoy puebla algunas regiones de la Antártida, en comparación, queda eclipsado con sus 1,2 metros de estatura-.
Sin embargo, científicos argentinos acaban de realizar un descubrimiento que agrega nueva información a lo que sabíamos sobre el ecosistema antártico del Eoceno: Dos húmeros minúsculos que habrían pertenecido a las alas de una especie desconocida de pingüinos.
En principio se creyó que, por su tamaño, se trataba de especímenes jóvenes, pero luego de varios estudios y la comparación de la morfología de los húmeros en pichones antárticos de distintas edades y las patologías óseas conocidas en las aves actuales, se llegó a la conclusión de que pertenecían a un pingüino adulto, sin malformaciones ni mutaciones aparentes.
La evidencia sugiere que esta especie, bautizada Aprosdokitos mikrotero, no habría superado los 40 cm de estatura. Todavía no tenemos mucha más información de este “pingüino enano”, salvo que compartió hábitat con otros pingüinos que lo quintuplicaban en estatura, y confirma que durante el Eoceno la Antártida no era un territorio tan hostil como en la actualidad, sino que permitió el desarrollo de una fauna muy diversa.
Este descubrimiento es el resultado del trabajo de un equipo de científicos argentinos del Instituto Antártico Argentino (IAA) -dependiente de la Dirección Nacional del Antártico de la Cancillería-, y de la División Paleontología de Vertebrados del Museo de La Plata (MLP). Por su relevancia, fue publicado en la prestigiosa revista científica alemana Neues Jahrbuch für Geologie und Paläontologie y dio lugar a la asignación de una nueva especie fósil.
Este proyecto, cuyo objetivo principal es reconstruir los paleoambientes del sector oriental de la Península Antártica en el lapso que media entre los períodos Jurásico y Terciario, lleva más de tres décadas de trabajos de campo en el marco de un proyecto de investigación de paleontólogos y geólogos argentinos del IAA trabajando en conjunto con los investigadores invitados del Museo de La Plata.
La investigación científica antártica es un pilar fundamental de nuestra Política Nacional Antártica, que tiene por finalidad el afianzamiento de los derechos argentinos de soberanía en la Antártida y el incremento de la influencia de la Argentina en la toma de decisiones en el Sistema del Tratado Antártico. Estos resultados son consecuencia del continuo desarrollo y soporte a las investigaciones científicas del Instituto Antártico Argentino, respaldadas por la Dirección Nacional del Antártico, donde se diagrama esta Política Nacional.
Fuente: Medium