La “autodigestión” de restos celulares preservaría la producción de insulina en el páncreas frente a los excesos de azúcar en la dieta.
La “autodigestión” de restos celulares dañados u obsoletos protegería a las células del páncreas productoras de insulina frente al consumo de dietas desbalanceadas (ricas en azucares simples). Así lo revelaron investigadores del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET) -con lugar de trabajo en La Plata y Ciudad de Buenos Aires-, quienes muestran que se trata de una estrategia efectiva de defensa del cuerpo frente a la ingestión de dietas no saludables.
El mecanismo, conocido como autofagia [y cuyo descubrimiento le permitió al japonés Yoshinori Ohsumi ganar el Nobel de Medicina 2016], permite a las células eliminar restos que ya no le son útiles.
Ahora, investigadores que trabajan en Unidades Ejecutoras del CONICET, de la Universidad Nacional de La Plata y de la Universidad de Buenos Aires encontraron evidencia de que la autofagia puede ejercer un efecto protector de las células del páncreas productoras de insulina (células β) frente a la agresión de una dieta no saludable.
“El hallazgo sugiere que medicamentos que promuevan el desarrollo de la autofagia podrían ser útiles para prevenir y/o tratar la prediabetes y la diabetes tipo 2”, indicó a la Agencia CyTA-Leloir uno de los directores del estudio, el doctor Juan José Gagliardino, del Centro de Endocrinología Experimental y Aplicada (CENEXA), dependiente del CONICET y de la UNLP.
Tal como lo describe la revista “Clinical Science”, los investigadores indujeron el desarrollo de prediabetes administrando a ratas normales una dieta rica en fructosa (azúcar presente en las bebidas cola). Es una alimentación “similar a la que sigue gran parte de la población”, con un desequilibrio en la distribución de proteínas, grasas e hidratos de carbono, especialmente los de absorción rápida, aseguró Gagliardino.
“El trabajo sugiere la importancia de evitar [el exceso de azúcar] para prevenir el desarrollo de diabetes tipo 2, así como otros factores de riesgo cardiovascular, tales como la obesidad, el aumento de lípidos en sangre y la hipertensión arterial”, resaltó.
El estudio fue co-dirigido por la doctora María Inés Vaccaro, del Instituto de Bioquímica y Medicina Molecular (IBIMOL, CONICET-UBA). También participaron de este trabajo los investigadores Bárbara Maiztegui, Carolina Román, Héctor Del Zotto y Luis Flores, del CENEXA; y Verónica Boggio, Alejandro Ropolo y Daniel Grasso, del IBIMOL.
Fuente: CONICET