Un laboratorio argentino participó en el desarrollo del principio activo principal de un medicamento biosimilar que se utiliza para el tratamiento del cáncer de colon metastásico. El producto ya fue autorizado, se fabrica localmente y está disponible en el mercado.
Mabxience, una empresa argentina especializada en el desarrollo de fármacos que pertenece al Grupo Chemo, logró desarrollar un producto biosimilar del bevacizumab, un medicamento que se utiliza para tratar el cáncer de colon metastásico.
En la Argentina, esta nueva droga ya fue aprobada por las autoridades sanitarias y es comercializada como un producto inyectable denominado Bevax, elaborado por Laboratorio Elea, otra compañía del mismo grupo empresario.
El desarrollo se basa en un anticuerpo monoclonal biosimilar que bloquea el factor de crecimiento del tumor de colon mestastásico, pero que también podría ser utilizado en otros casos. Los anticuerpos monoclonales son grandes proteínas con estructuras complejas que el sistema de defensa utiliza para identificar y reaccionar frente a bacterias, virus u otro tipo de organismos que identifica como extraños o ajenos al cuerpo.
“Otro caso es el Ritubzimab, que es otro anticuerpo que se usa contra el Linfoma no Hodgking, pero que en ese caso actúa directamente contra la célula tumoral y está limitado a esa patología”, explica Esteban Corley, director de Operaciones de Mabxience. La empresa también ha desarrollado un biosimilar de esta droga que desde hace dos años está en el mercado.
Biosimilares: una oportunidad para el sector
A diferencia de los medicamentos sintéticos tradicionales, los biofármacos se obtienen a partir de organismos vivos, que pueden ser células de seres humanos o animales, o microorganismos, como hongos y bacterias. Sus principales usos se dan en el ámbito de la oncología para combatir distintos tipos de cáncer, las enfermedades autoinmunes, como la diabetes y la esclerosis múltiple, y la hematología.
Una de las ventajas de contar con este tipo de medicamentos biosimilares es que su costo es inferior, tanto para su producción como para la compra. “La literatura habla de entre cien y ciento cincuenta millones de dólares para desarrollar un biosimilar, mientras para que producir un medicamento desde cero se habla de ochocientos a mil millones de dólares”, dice Corley.
Un producto biosimilar es un tipo de medicamento biológico o biofármaco que, como su nombre lo indica, es similar a otro “de referencia” que ya ha sido aprobado por autoridades sanitarias y que cuenta con derechos de patentes o propiedad intelectual que impiden su copia o imitación por un tiempo determinado (entre quince y veinte años). Para que un biosimilar sea aprobado no es necesario realizar todas las pruebas clínicas que sí son obligatorias cuando se crea un medicamento nuevo.
“Los biosimilares también deben pasar por una prueba clínica, pero solo para hacer una prueba comparativa con pacientes que utilicen el producto de referencia y así se pueda corroborar su eficacia”, afirma Corley y agrega que, además, “hay menos posibilidad de fracaso porque el riesgo se reduce a tu capacidad de hacerlo, pero no a si el producto funciona o no”.
Para los pacientes, en general, esta disminución de costos se traduce en una reducción de los precios que ronda el 30 %, algo que también impacta en el sistema de salud público. “El ahorro por evitar la importación ya está ocurriendo. El paso siguiente es poder exportar e incorporar divisas”, subraya Corley.
“El desarrollo de biofármacos es una oportunidad para nuestros países, pero es imprescindible que pensemos todos nuestros desarrollos considerando la globalidad”, destaca Corley y detalla que, según datos del año 2014, el mercado farmacéutico mundial alcanza el billón de dólares y crece a una tasa del 4 % anual. “Dentro de ese mercado, el biofarmacéutico es de 163.000 millones de dólares, un 16 % del total, y crece a un ritmo del 8 % anual. El de los anticuerpos monoclonales, en particular, alcanza los 75.000 millones de dólares, con un crecimiento de alrededor del 10 %”, dice.
Otra de las ventajas de desarrollar en el país este tipo de productos es que ofrece una oportunidad para los investigadores locales. En el caso de Mabxience, por ejemplo, Corley dice que en su sede de Buenos Aires cuentan con 80 empleados, de los cuales el 70 % son científicos o universitarios avanzados en sus carreras.
“Tenemos un grupo de investigación y desarrollo (I+D) local que coopera con otras sedes y hay grupos que trabajan con otras organizaciones; nuestra I+D, en general, se orienta al desarrollo de biosimilares y a la optimización de procesos”, explica.
“Estoy de acuerdo con fomentar el emprendedorismo del que tanto se habla, pero también hay que prestarle atención a la infraestructura que ya existe. En la fábrica —por Mabxience—, hay millones de dólares invertidos y es la herramienta para pasar del desarrollo al mercado”, asegura.
Fuente: TSS