Aunque se pensaba que en América del Sur había sólo dos grupos de maíces, uno adaptado a tierras andinas altas y otro a tierras bajas, los análisis de ADN hallaron una tercera variante en el noreste argentino.
El maíz fue domesticado hace aproximadamente 8000 años en América Central y luego se dispersó hacia el norte y sur del continente como consecuencia de la actividad humana. En América del Sur, se cree que hubo dos rutas de ingreso en tiempos precolombinos: una por los Andes y otra por la región costera del este, lo que dio lugar a dos grandes grupos adaptados a las tierras altas andinas y a las tierras bajas.
Ahora, investigadores del INTA y de la UBA descubrieron en el noreste argentino un tercer grupo con identidad genética propia y preferencias ambientales distintas. “Es importante reconocer la necesidad de resguardarlo y protegerlo como parte de nuestro patrimonio”, sostuvo a la Agencia CyTA-Leloir la doctora Verónica Lía, investigadora del CONICET en el Instituto de Biotecnología de INTA-Castelar.
El estudio genético fue realizado sobre una extensa muestra de maíces de Misiones, Formosa, Corrientes, Entre Ríos y Chaco, coleccionados por el ingeniero y botánico Julián Cámara-Hernández, de la Facultad de Agronomía de la UBA, y por el Banco de Germoplasma de INTA, en Pergamino. Hasta ahora, se pensaba que los maíces de esa región integraban, junto con los del suroeste de Brasil y este de Bolivia, una zona de contacto o confluencia entre ambos grupos. Pero el artículo en la revista “BMC Plant Biology”, que también se basa en modelos matemáticos, revela que se trata de un tercer linaje.
El estudio cobra relevancia porque los maíces nativos son una invalorable fuente de diversidad genética para hacer frente a los dos grandes problemas que enfrenta la agricultura hoy en día: el crecimiento de la demanda mundial de alimentos y el cambio climático, señalaron las doctoras Lía y Alexandra Gottlieb, investigadora del CONICET en la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales de la UBA. Muchos de estos maíces ya están adaptados a crecer en condiciones extremas, añadieron.
“El trabajo provee un marco de referencia para orientar futuros esfuerzos de colección y de búsqueda de genes relacionados con características de interés agronómico”, afirmó Lía, quien también es docente en el Departamento de Ecología, Genética y Evolución de la FCEN.
Del trabajo también participaron Lidia Poggio y Jimena Cascales, del CONICET y la FCEN; Cámara Hernández; y Mariana Bracco, de la UBA y de la Universidad Nacional del Noroeste de la Provincia de Buenos Aires.
Fuente: Agencia CyTA