Investigadores del Instituto Argentino de Radioastronomía pusieron a prueba los parámetros aceptados para determinar el estado evolutivo de los astros en siete protoestrellas oriundas de la Nube de Lupus, a 500 años luz de la Tierra.
Nube de Lupus 3. Crédito imagen: ESO. |
Observaron que estos futuros astros y los chorros de gas que emiten no reflejan exactamente lo que dice la teoría.
Un equipo de investigadores analizaron la edad de un grupo de siete estrellas en distintos estados evolutivos y evaluaron si los parámetros generalmente aceptados para datar a los astros tenían algún correlato con sus observaciones.
“En la región que estudiamos, hay dos grumos preestelares y cinco protoestrellas que responden a dos etapas de formación con diferentes características. Lo que nosotros tratamos de observar es cuál es la más joven dentro de cada categoría”, contó la investigadora de CONICET en el Instituto Argentino de Radioastronomía (IAR), María Mercedes Vazzano, a la Agencia CTyS-UNLaM.
Encontraron que, al menos en estas futuras estrellas, las evidencias no se condicen con la teoría. “La mayor parte de los trazadores evolutivos que se usan en la literatura no son capaces de distinguir fehacientemente los diversos grados de evolución”, continuó la investigadora, autora del estudio recientemente publicado en Astronomy & Astrophisics.
La observación de astros en formación difiere bastante del estudio de estrellas adultas, fundamentalmente, porque en el primer caso la luz es muy pobre o casi nula. De ahí que, para detectar el nacimiento de una estrella, se cuenta con radiotelescopios que miden en ondas milimétricas o submilimétricas, como los del observatorio ALMA (Atacama LargeMilimiter/submilimiterArray), ubicado en Chile, que son ideales para inspeccionar al detalle las densas nubes de gas y polvo donde se gestan.
Mediante dichas herramientas, los investigadores fueron capaces de captar imágenes de estas “fuentes” estelares y su impacto a nivel molecular en el entorno. Así observaron, entre otras cuestiones, las diversas formas en que las protoestrellas emiten enormes chorros de gas desde sus polos.
Un origen turbulento
La evolución, desde los grumos preestelares hasta la estrella, se da en varias fases. “Cuando una estrella se forma –explicó Vazzano- lo hace dentro de una región fría y densa que empieza a colapsar, a rotar y a formar lo que nosotros denominamos discos de acreción, es decir, estructuras planas que giran y dejan caer material al centro de la estrella. A la vez, la protoestrella expulsa unos chorros de material perpendiculares al disco a altas velocidades, que chocan contra el gas circundante”.
Cuando los investigadores visitan estas futuras estrellas, lo que ven son las marcas moleculares que estos enormes “jets” dejan en el entorno: unas estructuras cónicas en ambos polos del astro en formación. En teoría, en cada estadio evolutivo, esa huella tiende a verse de una u otra manera.
Por ejemplo, en la fase más temprana –denominada Clase 0- las huellas o “flujos moleculares” muestran el paso de un jet de un ángulo muy pequeño de apertura. En un segundo estadio, la Clase I, los chorros de gas suelen tener un ángulo mayor y forman una suerte de embudo a ambos lados de la estrella que, al mismo tiempo, se vuelve más masiva y distinguible.
El equipo analizó el recorrido de los vientos emitidos por tres de estas protoestrellas cercanas y reveló que, pese a los modelos en boga, las formas de estos fenómenos son más diversas de lo que se pensaba. “A raíz de todos los indicadores evolutivos que evaluamos, nos encontramos con que no todos son coherentes con la teoría. De hecho, hay algunos que nos dan resultados opuestos”, agregó Vazzano.
Flujo molecular detectado por el equipo. |
Los resultados, si bien van a contramano de lo que se espera ver en el comienzo de la vida de una estrella, proponen revisar los parámetros de evaluación, ya que el estudio se realizó con el radiotelescopio más sofisticado del mundo y a un grupo numeroso de estrellas vecinas dentro de la Nube de Lupus, una de las regiones de formación estelar más cercanas del hemisferio Sur.
Vazzano contó también que la investigación les valió curiosos hallazgos. Uno de ellos es la ocurrencia de “flujos episódicos”, como si se tratara de los chorros en una fuente de aguas danzantes, que van saliendo por pulsos. Por otro lado, encontraron que, en algunos casos, la orientación de los chorros de gas cambia para cada eyección, afectando el entorno en diversas direcciones.
“La formación estelar es un tema de mucha discusión actual, es una rama relativamente reciente y que, con instrumentos como ALMA, se puede explorar con enorme nivel de detalle. En este trabajo, intentamos sumar algunos parámetros a tener en cuenta para poder datar a las estrellas en esas primeras instancias”, concluyó la investigadora.
Del estudio también participaron los investigadores Manuel Fernández López (IAR), Alejandro Santamaría-Miranda, Satoko Takahashi y Cristian López (Joint ALMA Observatory, Chile), Itziar de Gregorio-Monsalvo (European Southern Observatory, Chile) y Adele Plunkett (National Radio Astronomy Observatory, Estados Unidos).
Fuente: Agencia CTyS