Investigadores de la UNSAM crearon las primeras aplicaciones con glicoproteínas recombinantes en bacterias, que entrarán al mercado mundial en kits para detectar enfermedades infecciosas, como el síndrome urémico hemolítico y la brucelosis.
Serán más accesibles que los productos que se usan actualmente y podrían ofrecer un diagnóstico más rápido de las enfermedades.
La Argentina es el país con mayor incidencia de síndrome urémico hemolítico (SUH) en niños menores de cinco años, una enfermedad provocada por la bacteria Escherichia Coli (E.coli) que, según datos de la Administración Nacional de Medicamentos, Alimentos y Tecnología Médica (ANMAT), genera alrededor de 350 casos nuevos por año, de los cuales entre el 25 y el 30% provocan insuficiencia renal crónica y hasta la muerte (del 2 al 5,6% de los casos). Además, se estima que uno de cada cinco niños que recibe un trasplante de riñón llega a ese estado por haber padecido el SUH. Por eso es tan importante detectar la enfermedad lo antes posible, para tratar de reducir las secuelas que puede dejar esta infección.
La Argentina es el país con mayor incidencia de síndrome urémico hemolítico (SUH) en niños menores de cinco años, una enfermedad provocada por la bacteria Escherichia Coli (E.coli) que, según datos de la Administración Nacional de Medicamentos, Alimentos y Tecnología Médica (ANMAT), genera alrededor de 350 casos nuevos por año, de los cuales entre el 25 y el 30% provocan insuficiencia renal crónica y hasta la muerte (del 2 al 5,6% de los casos). Además, se estima que uno de cada cinco niños que recibe un trasplante de riñón llega a ese estado por haber padecido el SUH. Por eso es tan importante detectar la enfermedad lo antes posible, para tratar de reducir las secuelas que puede dejar esta infección.
“Desarrollamos una serie de glicoproteínas que permiten diagnosticar el SUH rápidamente, incluso en la primera etapa de la enfermedad. A medida que íbamos desarrollando los principios activos, le fuimos transfiriendo la tecnología al Malbrán, que la implementó en el Centro de Diagnóstico de Referencia, lo que implicó que del 2014 al 2016 la eficacia diagnóstica del SUH pasara del 25 al 80%, en la Argentina”, destaca el investigador del IIB-INTECH Diego Comerci, que también es uno de los socios fundadores de Chemtest, la primera empresa de base tecnológica (EBT) incubada en la Fundación Argentina de Nanotecnología (FAN), que lanzará sus primeros productos al mercado antes de fin de año.
“Desarrollamos toda la línea diagnóstico para enfermedades provocadas por E.coli, entre las cuales está el SUH. Eso es muy importante porque en el país no había buenas herramientas diagnósticas y las que había eran muy poco accesibles”, afirma Comerci y agrega que también desarrollarán kits de diagnóstico para uso humano y veterinario, que utilizan una combinación de biotecnología y nanotecnología para detectar, además del SUH, otras enfermedades infecciosas como la brucelosis, el chagas, el dengue y la fiebre aftosa.
Juan Ugalde, Diego Comerci y Andrés Ciocchini, de Chemtest. |
En particular, los productos desarrollados por Chemtest utilizan dos plataformas tecnológicas distintas: ELISA, destinada a un uso en el laboratorio puesto que necesita equipamiento extra, personal mínimamente entrenado y, por lo menos, dos horas de procesamiento; y la tira reactiva, que en 10 minutos muestra el resultado y no necesita infraestructura ni personal entrenado para realizarla (similar a las pruebas de embarazo o de insulina, pero que no están pensadas para el uso en hogares sino para agilizar el trabajo de los profesionales de salud).
“El corazón tecnológico de Chemtest son las glicoproteínas recombinantes, que es una tecnología muy novedosa. De hecho, son las primeras glicoproteínas de aplicaciones de diagnóstico a nivel mundial, e incluso diría que son las primeras glicoproteínas recombinantes hechas en bacterias que entran al mercado mundial, porque los desarrollos que hay en otros países todavía son experimentales”, dice Comerci y aclara que en la mayoría de los cursos de Biología todavía se enseña que las bacterias no glicosidan, es decir, que no producen glicoproteínas y que las que lo hacen son las células.
¿Por qué son tan importantes las glicoproteínas? Porque se encuentran en la mayoría de las hormonas, los mediadores inmunes, las inmunoglobulinas y los anticuerpos, entre otros biofármacos. “Desarrollar glicoproteínas con valor biológico o farmacológico es central para la biofarma, así como la producción de proteínas recombinantes en bacterias, porque permite hacer volúmenes enormes”, afirma Comerci y explica que el problema actual es que los productos biológicos recombinantes se producen de cultivos de células humanas o animales, que son muy costosas: “Si se pudieran hacer de bacterias serían mucho más simple”, agrega el especialista.
Recientemente, se ha descubierto que algunas bacterias sí pueden producir glicoproteínas, aunque “la forma de glicosidación es totalmente diferente y los tipos de azúcares que ponen son distintos a los que ponen las células”, aclara el biotecnólogo Andrés Ciocchini, que también es investigador del IIB-UNSAM y es otro de los socios fundadores de Chemtest, y recuerda que este proceso biológico fue descubierto en Suiza hace alrededor de dos décadas, adonde se está investigando su aplicación para el desarrollo de vacunas, aunque todavía no hay ningún producto comercial disponible que incluya estás técnicas.
“Nosotros no hicimos la investigación básica de las glicoproteínas, sino que aprendimos a usar esa tecnología pensando en aplicarla directamente, para desarrollar nuevos antígenos”, coincide Comerci, y destaca: “En general, la Argentina tiene buenos científicos que producen investigación básica, que la publican y en el exterior la leen y la transforman en productos. Esta vez, hicimos al revés: leímos lo que habían hecho afuera y tratamos de obtener un producto acá”.
Para validar la eficacia de estos desarrollos, los kits desarrollados en Chemtest han sido probados en distintos centros públicos de diagnóstico. Por ejemplo, para los de detección de brucelosis de uso veterinario trabajaron con el laboratorio del SENASA, mientras que para el caso de las diarreas y la brucelosis en humanos lo hicieron con el laboratorio del Instituto Malbrán. Así, ya son cinco los productos aprobados por SENASA para uso veterinario y otros tantos los que esperan ser aprobados por ANMAT para su uso en humanos (que, se estima, lo estarán antes de fin de año). Por su parte, la planta de producción -que cuenta con cinco laboratorios distribuidos en 150 metros cuadrados y tienen una capacidad productiva de un millón de tiras reactivas anuales- también tiene todos los permisos necesarios para comenzar a producir.
Responder al proceso regulatorio fue uno de los desafías más difíciles que tuvieron que atravesar, aseguran. “No es lo mismo software que biotecnología, ni biotecnología para agro que para salud. Los procesos regulatorios son distintos, arduos y complicados. Una cosa es ser una multinacional o una gran empresa con capacidad financiera para transitar ese proceso regulatorio que puede durar uno o dos años, y otra muy distinta es ser una EBT que está surgiendo, en la cual el know how es de científicos que están tratando de reconvertirse al mundo empresarial, es muy difícil”, reconoce Comerci y destaca que está “muy feliz” de haber llegado a esta etapa en la que están a punto de lanzar los primeros productos al mercado.
Además, también hace referencia al tiempo necesario para desarrollar nuevas tecnologías. En este caso en particular, si bien Chemtest fue creada a fines de 2015, sus cinco socios (provenientes de distintas disciplinas científicas y profesionales, entre las cuales hay biotecnólogos, ingenieros industriales, veterinarios y administradores de empresas) ya estaban trabajando juntos por lo menos desde el año 2010, y particularmente luego del 2013, cuando formaron parte de un consorcio de investigación entre empresas privadas e instituciones públicas que fue financiado por la Agencia Nacional de Promoción Científica y Tecnológica (ANPCyT), a través del cual desarrollaron un detector de enfermedades infecciosas portátil e instantáneo que llamaron NanoPoc, que de algún modo fue el antecesor de los kits actuales (aunque utilizaba tecnologías diferentes).
Ahora, Chemtest se ha convertido en una empresa de base tecnológica que ofrece empleo y capacidad de desarrollo profesional a doctores, estudiantes avanzados y jóvenes investigadores. Además, la aplicación de glicoproteínas en una plataforma genérica de diagnóstico con la que trabaja cuenta con una patente conjunta entre el CONICET, la UNSAM y la Universidad de Edmonton, en Canadá (adonde los investigadores fundadores se especializaron en la técnica de licoproteínas recombinantes), que está vigente Canadá y Australia, y también fue presentada en Estados Unidos y en la Unión Europea. Por su parte, el proceso de fabricación de los productos de Chemtest está protegido por la regulación del secreto industrial.
“Hasta el momento estuvimos muy enfocados en la cuestión técnica de instalar la plataforma productiva y resolver todos los aspectos regulatorios. Ahora empieza una nueva etapa de consolidación de la empresa y desarrollo comercial”, adelanta Comerci, y agrega que eso incluye la posibilidad de exportar estos kits a otros países como Alemania, Brasil, Francia y Holanda. “No queremos que Chemtest deje de tener a la investigación como generadora permanente de innovación en la empresa. Somos investigadores, y eso es algo que queremos cuidar y mantener, no pasar a lo absolutamente productivo y comercial y olvidarnos de esa parte que para nosotros es central”.
Fuente: TSS