Paleontólogos comprobaron el parentesco que existe entre los caballos, las cebras y los rinocerontes con algunos de los mamíferos que se extinguieron en Sudamérica hace más de 10 mil años. Además, se demostró que todos estos animales derivan de un ancestro común.
El estudio, publicado hoy en Nature y realizado por investigadores de Argentina, Estados Unidos, Irlanda, Italia, Dinamarca, Alemania e Inglaterra, resuelve un enigma que comenzó hace unos 180 años, cuando Charles Darwin halló los fósiles de una macrauquenia en Santa Cruz. Era un animal semejante al caballo, pero recién ahora se pudo demostrar el vínculo genealógico entre ambas especies.
Para arribar a esta conclusión, el equipo internacional obtuvo muestras moleculares del colágeno de los fósiles de 48 ejemplares de macrauquenias y toxodontes que pertenecen a las colecciones del Museo de La Plata (MLP) y del Museo Argentino de Ciencias Naturales (MACN).
“Es la primera vez que se obtuvieron datos moleculares de organismos de más de 10 mil años de antigüedad”, destacó el investigador del MLP Javier Nicolás Gelfo. Y agregó: “A partir de ello, pudimos comprobar el parentesco y, además, reconstruimos cómo tendría que haber sido el colágeno en el ancestro común de todo este nuevo grupo de animales, el cual debió surgir durante el Cretácico tardío”.
Hasta ahora, no se había podido alcanzar una solución definitiva al problema de si estos animales extintos de Sudamérica tenían parentesco con los animales actuales, más allá del parecido físico que había entre ellos.
El paleontólogo Gelfo explicó a la Agencia CTyS que “distintas especies de seres vivos pueden desarrollar formas parecidas como producto de que debieron adaptarse a ambientes similares y no porque tengan lazos de parentesco; por ejemplo, el delfín tiene similitudes con los ictiosaurios, unos reptiles marinos que se extinguieron hace 90 millones de años”.
A partir de esta investigación, con la toma y comparación de datos moleculares, se demostró que las macrauquenias, los toxodontes, los caballos y los rinocerontes, entre otras especies, pasan a formar parte del gran grupo de los Pan-Perissodactyla, que tuvieron su origen hace más de 65 millones de años.
Asimismo, el estudio permitió complementar y afinar las hipótesis sobre cómo este grupo se fue diversificando por el mundo mientras los continentes se iban separando hasta posicionarse tal como los conocemos hoy en día.
Los investigadores del MLP Javier N. Gelfo y Marcelo Reguero. |
El doctor Gelfo detalló que “del ancestro común surgieron dos grandes linajes: uno de ellos, se distribuyó por América del Norte, Europa y Asia, y de ahí surgieron los caballos y los rinocerontes, entre otros; en tanto, un segundo linaje pobló América del Sur y la Antártida”.
Hasta el momento, se demostró que los toxodontes -semejantes a los rinocerontes- y las macrauquenias -semejantes a los caballos- tienen parentesco con los animales actuales. A futuro, se estudiarán otros grupos de animales extintos sudamericanos para ver si también forman parte de los Pan-Perissodactyla.
Dichos mamíferos sudamericanos se extinguieron hace unos 10 mil años. En 2003, los investigadores del MLP Alberto Cione, Eduardo Tonni y Leopoldo Soibelzon propusieron que, en el marco de una conjunción de factores relacionados con la disminución de áreas abiertas, la baja diversidad genética y las oscilaciones climáticas, el hombre habría dado el golpe final para la extinción de estas especies a través de la caza.
El primer pariente de los caballos en la Antártida
Los paleontólogos Javier Gelfo y Marcelo Reguero, particípes de la investigación que se publicada hace instantes bajo el título Ancient proteins resolve the evolutionary history of Darwin’s South American ungulates, presentaron, el año pasado, el hallazgo del mamífero más antiguo que habitó la Antártida, hace 55 millones de años. Este animal era un pariente lejano de las macrauquenias.
El doctor Gelfo comentó que “la macrauquenia era un animal de gran porte, robusto, que podía superar los dos metros de altura con el cuello en alto, mientras que el animal encontrado en la Antártida tenía un tamaño más modesto, lo que hace pensar que el ancestro común que habitó en Norteamérica también debió de ser más pequeño”.
Más allá de que se hallaron fósiles de macrauquenias y toxodontes en diversas localidades de América del Sur, los 48 ejemplares que se seleccionaron para el estudio publicado en Nature fueron descubiertos en Argentina, porque eran los que presentaban una mejor conservación para extraer información molecular.
Fuente: Agencia CTyS