martes, 2 de junio de 2015

La producción de YPF en Vaca Muerta ya alcanza los 40.000 barriles diarios

La recuperación por parte del Estado nacional del control de YPF, la principal empresa hidrocarburífera de la Argentina, quizás haya sido la decisión más trascendente en las últimas dos décadas en materia de política económica. 


A casi tres años de aquel acontecimiento, el desempeño de la compañía experimentó un cambio radical, aunque todavía no alcanza para incidir en la reversión del déficit energético local.

El 16 de abril de 2012 la presidenta Cristina Fernández de Kirchner presentó el proyecto de Ley de soberanía hidrocarburífera de la República Argentina, mediante el cual propuso declarar de utilidad pública y sujeto a expropiación el 51% de las acciones de Yacimientos Petrolíferos Fiscales S.A., YPF, en manos, hasta ese momento, de la compañía española Repsol. La iniciativa, aprobada por una amplia y heterogénea mayoría parlamentaria menos de un mes después, dio inicio a un capítulo más en la riquísima, cambiante y estratégica historia de una de las empresas símbolo de la Argentina, cuyas iniciales, pronunciadas con énfasis y entonaciones diversos, han marcado el pulso de buena parte de la historia del desarrollo económico y social de este país.

Desde entonces, y a casi tres años de ese acontecimiento, la principal empresa de producción de hidrocarburos de Argentina, ahora de composición mixta, ha logrado revertir la alarmante pendiente en la que había caído durante los últimos años de gestión íntegramente privada que, además de ser una verdadera rareza para la el universo de las compañías petroleras de bandera del mundo, había puesto en serio riesgo no ya el abastecimiento de gas y petróleo para el país, sino también el mismísimo futuro de la actividad hidrocarburífera local.

Fundada en 1922 durante la presidencia de Hipólito Yrigoyen, bajo la mítica dirección del General Enrique Mosconi, YPF fue desde el principio motor del desarrollo del país, muy especialmente de las localidades en las que se emplazó; fue además la primera compañía hidrocarburífera estatal integrada verticalmente del mundo, a excepción de la de la ex URSS. Ícono de la autonomía nacional y motivo siempre de controversia y discusión, fue estatal desde su creación e integrada sólo por capitales nacionales hasta el célebre “viraje ideológico” de Arturo Frondizi, en 1958, que permitió por primera vez la asociación de YPF con capitales extranjeros a gran escala, con el objetivo de lograr el autoabastecimiento energético, meta que logró en tres años, aunque con discutidos resultados económicos para la empresa.

Desde su definitiva privatización, en 1998, cuando el Estado nacional perdió toda injerencia en la administración, la declinación en la producción de gas y petróleo de YPF fue alarmante, pero especialmente en el último año de conducción de la compañía por parte de Repsol. En 2011, ese eclipse alcanzó niveles que, de sostenerse en el tiempo, hubieran puesto en serio riesgo la continuidad de la actividad. Según un informe del grupo de economistas conocidos como Plan Fénix, para el momento de recuperación de YPF, la Argentina producía “un 32% menos de petróleo y un 12% menos de gas con relación a los valores máximos alcanzados en el pasado inmediato (en 1998 y en 2004, respectivamente). El año 2011 vio acentuarse la contracción en la producción de petróleo en relación con años anteriores: la producción cayó un 6%, en tanto la reducción del quinquenio anterior había sido de 1,6% anual. La producción de gas también se contrajo 3,4%, frente a una tasa anual de reducción de 1,7% en el quinquenio anterior”.

Sólo un año después de la reincorporación del Estado a la administración de la empresa, esos números habían cambiado radicalmente. Según lo consignó el ya por entonces Ministro de Economía, Axel Kicillof, en un artículo para celebrar el primer aniversario de la recuperación, en solo un año “se ha revertido la tendencia declinante de la producción hidrocarburífera: en 2013 la producción de gas natural creció un 2,3% interanual, tendencia que continúa este año; a la vez la producción de petróleo pasó de caer un 44% entre 1997 y 2011 a crecer un 6% en el período 2011-2013. Sumado a esto, se logró revertir la caída de las reservas, fenómeno persistente durante la gestión de Repsol dada su política de desinversión. Asimismo, en este nuevo período se creó YPF-Tecnología, hito para la articulación de la actividad productiva y el desarrollo científico”.

Junto con el proyecto de Ley, la Presidenta Cristina Fernández de Kirchner también había decretado la intervención de la empresa por parte del Estado, intervención de la que participó el propio Kicillof, por entonces viceministro de Economía. El cambio conceptual en la gestión se terminó de redondear con la incorporación como CEO —por las siglas en inglés de Chief Executive Officer— de la compañía del Ingeniero Miguel Galuccio. Para Víctor Bronstein, Director del Centro de Estudios de Energía, Política y Sociedad, el cambio en el sentido de la gestión fue uno de los aspectos más destacables de la reincorporación del Estado a la dirección de la empresa: “Un cambio fundamental fue el de estrategia. Repsol había tenido una estrategia del tipo de la que tienen las multinacionales, en la que trataba de satisfacer sus intereses no en función de los intereses argentinos, sino en función de los propios”, señaló. “Una de las cosas que hizo Repsol que afectó la producción de la empresa fue que utilizaba gran cantidad de las utilidades que obtenía acá para invertir en otras partes del mundo: Angola, Brasil, Venezuela. Que es en general la estrategia de todas las compañías internacionales, aunque en escala más chica en el caso de Repsol, claro. Esto generaba que, dadas las características y las potencialidades geológicas de nuestros país, Repsol no haya explotado eso. Con el cambio de estrategia, YPF empieza a reinvertir en Argentina las utilidades y pone todo el esfuerzo en el desarrollo de Vaca Muerta que es, desde el punto de vista geológico, la oportunidad que tiene la Argentina de poder aumentar su producción, recuperar el autoabastecimiento y, eventualmente, llegar a tener saldos exportables”.

Los números que cierran

Según casi todos los analistas, la recuperación de YPF desde la salida de Repsol ha sido sostenida y consistente. Los números de la propia compañía lo demuestran.

La producción total de hidrocarburos de YPF en 2014 fue de 560 mil barriles de petróleo equivalente por día, frente a los 488 de 2011, año de la mayor declinación de la producción de los últimos 20 años. El incremento respecto de ese número es del 14,7%. La ecuación referida sólo a la producción de crudo también muestra números elocuentes: YPF alcanzó en 2014 una producción de petróleo un 9,6% mayor que en 2011, pasando de 222 mil barriles diarios a 244 mil barriles diarios.

En cuanto a la producción de gas, en 2014 se alcanzaron los 42,4 millones de metros cúbicos por día. Mientras que en 2011 en esa materia la producción había sido de 34,2 millones de metros cúbicos por día, lo que significa un incremento del 23,9% en los últimos 3 años. YPF es la referencia para la producción de crudo y sus derivados en el país, pero es aún más importante como productora de gas, el principal componente de la matriz energética nacional. Los números le permitieron a YPF consolidar su papel como principal productor de gas y petróleo del país, con el 42% del mercado. En 2011, tenía el 32%. El crecimiento en materia de producción es fruto de un aumento equivalente en la inversión de las utilidades en el desarrollo de la compañía, clave para la obtención de esos resultados. En 2014, la inversión total llegó a 58.881 millones de pesos, un 327% superior a la que se realizó en 2011, que había sido de apenas 13 793 millones.

Según la opinión de Bronstein, para que este desempeño haya sido posible, la forma que adoptó la empresa y el modelo de gestión que desarrolló han sido fundamentales. En su opinión “es importante remarcar que la estructura que tiene YPF actual es la de una empresa mixta que, por un lado, trata de compatibilizar la obtención de utilidades, que permiten tener el dinero para realizar las inversiones necesarias y, por otro lado, tener una estrategia de desarrollo, en Argentina, con proveedores locales, de producción local, con lo cual, además de la recuperación de la producción, puede generar una dinamización de las economías locales”. Por otro lado, recordó que “la nueva empresa se diferencia de lo que era la vieja empresa estatal, porque ha mantenido el management con una cultura del trabajo, de eficiencia, de seguridad propios de las empresas privadas. Eso es fundamental, porque hace falta para que una empresa tenga utilidades y pueda reinvertir”.

Una de las principales declinaciones que YPF había sufrido durante los últimos tiempos de gestión privada estaba vinculada con las operaciones de exploración. El gerenciamiento en manos de Repsol priorizó dramáticamente lo que en la jerga se conoce como operaciones de upstram, es decir, de refinamiento y distribución, por sobre las de downstream, centradas en la búsqueda de nuevas reservas para explotar. Esa tendencia también se revirtió: la perforación de pozos entre 2011 y 2014 por parte de YPF pasó de un total anual de 546 a 908, lo que significa un aumento del 66% de la actividad. La cantidad de equipos de perforación activos creció un 196% en los tres últimos años. En 2011, la empresa contaba con 25 equipos activos de perforación y hoy son 74. En la producción de gas, YPF pasó de perforar 4 pozos en 2011 a 110 en 2014.

Por otro lado, Bronstein destacó la trascendencia de que toda esa actividad, además, se realice en el mercado local. “Sí, es necesario desarrollar la economía a partir de la explotación de los recursos energéticos, porque si además se lo hace usando insumos y proveedores locales, eso es enormemente dinamizador”, advirtió. Al momento del reingreso del Estado a la compañía, en YPF trabajaban 46 200 personas. En 2014, la dotación total llega a 72 338 personas, lo que significa un aumento del 56%.

Vivir con lo nuestro

En el horizonte mediato de la política hidrocarburífera nacional, aparece como desafío recuperar el autoabastecimiento energético. Y eso no sólo como una meta conceptual, sino además por estrictas razones económicas. La sangría de divisas que para Argentina supone la importación de energía —necesidad nacida de la onerosa ecuación formada por el declive de la producción y el aumento de la demanda— es difícil de sostener en el mediano plazo. En 2014, el déficit comercial en el rubro energético fue de 8131 millones de dólares, 8% más que en 2013.

Si bien el cambio de paradigma en la gestión de la principal empresa energética del país tiende a intentar revertir esa situación, Bronstein advierte que el cambio no será inmediato, ni mucho menos. “Todavía no se nota tanto la nueva administración de YPF en cuanto al déficit energético porque, en esa materia, los tiempos son de mediano y de largo plazo. Sí se ha aumentado la producción tanto en gas como en petróleo, pero el aumento de YPF no logra compensar la declinación que están teniendo las otras empresas, por lo que Argentina sigue teniendo un nivel de producción decreciente. Sin embargo, eso no hay que tomarlo con simpleza; muchos análisis al respecto sólo se hacen desde el punto de vista económico, pero en materia de hidrocarburos, también debe hacerse teniendo en cuenta variables económicas, pero además hay que tener consideración sobre el análisis geológico, porque hablamos de recursos no renovables”.

En ese sentido, el director de CEEPYS subraya que la tendencia a la baja en la producción es mundial. “Cada barril de petróleo que sale es un barril menos, y esto ocurre en todos los países. En Gran Bretaña, se produce un 50% menos de lo que producía en la década del 90, por ejemplo. No es que Argentina declinó sólo por las malas políticas que se aplicaron. Estados Unidos, para 2007, estaba produciendo entre 5 millones y 5 millones y medio de barriles diarios, cuando en 1970 había llegado a producir 10 millones”, puntualizó.

El gran proyecto para incidir sobre esta ecuación es, claro, Vaca Muerta, un extraordinario yacimiento de gas y petróleo no convencional situado en las provincias de Río Negro, Neuquén y Mendoza. En 2012, YPF estimó las reservas susceptibles de ser explotadas allí en 22 500 millones de barriles equivalentes de petróleo. “Lo que logró Estados Unidos, que es muy importante, es que a partir del trabajo con los no convencionales, a partir de los últimos 4 o 5 años, ha agregado 4 millones de barriles a su producción, que es algo parecido a lo que espera Argentina con Vaca Muerta. Son inversiones que llevan tiempo, porque no sólo son cuestiones de dinero, sino que son obras complejas que no se pueden apurar”, destacó Bronstein.

El actual contexto de extrema volatilidad en el precio del petróleo, que lo llevó de más de 100 dólares el barril, hace menos de un año, a los 50 dólares en promedio de las últimas semanas, insinuaron la presencia de algunos nubarrones en el horizonte de Vaca Muerta, en tanto el mercado de inversiones en proyectos de gran escala podría volverse reticente al riesgo frente a semejante incertidumbre. Sin embargo, para Bronstein las advertencias son apresuradas: “En el caso de Vaca Muerta, como son proyectos que están todavía en desarrollo, en realidad la inversión no mira en precio actual del petróleo, sino el futuro, dentro de 5 o 10 años, cuando esté más consolidado. De todas maneras, Argentina sostuvo una decisión política, que ya la tenía desde antes de la baja del precio, que es el desacople del precio interno del barril de crudo respecto al precio internacional. Cuando el petróleo estaba a 100 dólares en promedio, Argentina le pagaba al productor 80 dólares, es decir, había una retención sobre el precio, que es una forma de intervenir en el reparto de la renta petrolera. Cuando bajó el precio, esa decisión se sostuvo, pero a la inversa. Ahora que el barril está 60, 50 dólares, en Argentina se paga 70. Al estar desacoplado, el precio futuro del petróleo depende más de una decisión política que del precio del mercado internacional”.

Según la propia empresa, “en tan sólo 18 meses de trabajo, Loma Campana —como se denomina al complejo que explota Vaca Muerta— se convirtió en el segundo yacimiento más importante del país y en el primer desarrollo comercial de no convencional más importante del mundo fuera de los Estados Unidos. La producción diaria de YPF en Vaca Muerta ya alcanza los 40.000 barriles. En asociación con Chevron, ya invertimos más de 2500 millones de dólares en el área Loma Campana, donde ya se llevan perforados un total de 300 pozos. Además, se sumaron importantes acuerdos con empresas nacionales e internacionales, como Petronas, Dow Chemical y Pampa Energía. Recientemente, YPF comenzó a trabajar para un nuevo acuerdo con la petrolera China Sinopec”.

Fuente: U238