miércoles, 26 de noviembre de 2014

Un antisuero argentino para defender la caña de azúcar

Científicos del INTA desarrollaron un antisuero para detectar la bacteria del raquitismo, una enfermedad que genera el 30 % de las pérdidas. Gracias a esto, la Argentina sustituiría la importación de este insumo.


Investigadores del INTA desarrollaron un antisuero imprescindible para realizar los análisis que permiten detectar la bacteria Leifsonia xyli subespecie xyli, agente causal del raquitismo de las socas en caña de azúcar. Este insumo no se fabrica a escala comercial y constituye un avance para el sector, en tanto facilita el diagnóstico de una enfermedad que no tiene una sintomatología específica y que provoca pérdidas en el rinde de hasta un 30 %. 

“Al ser un insumo no ofrecido en el mercado, este desarrollo permitirá abastecer la demanda de la Argentina y la de algún otro país que lo requiera”, aseguró Raquel Haelterman, especialista del Instituto de Patología Vegetal del INTA, quien especificó que la investigación fue financiada por el Programa Nacional de Protección Vegetal y realizada junto con Patricia Tolocka y Fabián Giolitti, técnicos del instituto. 

De acuerdo con la investigadora, el principal obstáculo que impide la elaboración de los análisis serológicos –para detectar patógenos– es la disponibilidad continua del antisuero, imprescindible para llevar a cabo las pruebas. Esta situación se debe a que las empresas farmacológicas no producen ese insumo, que hasta ahora sólo puede ser adquirido a través de algunas universidades de los Estados Unidos y Brasil, las cuales tampoco garantizan una oferta constante. 

Elaborado a partir de cepas nacionales, el antisuero no sólo sirve para diagnosticar si la planta está enferma o no, sino que también les permite a los especialistas en mejoramiento genético observar la cantidad de vasos xilemáticos –que transportan el agua y los minerales– colonizados por la bacteria y, en virtud de eso, determinar el grado de susceptibilidad de la variedad ante la enfermedad. 

“La importancia de llevar a cabo los análisis serológicos se debe a que el raquitismo de las socas no tiene una sintomatología definida y, por lo tanto, la única manera de detectarlo es a través de esos exámenes”, explicó Haelterman. La enfermedad, cuyo diagnóstico y manejo se realizan en el INTA Famaillá –Tucumán–, disminuye entre un 10 y un 30 % en los rindes del cultivo, según las condiciones de crecimiento, la susceptibilidad varietal y la edad del cañaveral. 

Pese a que no se reconozcan indicios específicos, la acción de la bacteria puede ocasionarle a la planta acortamiento de los entrenudos y la aparición de tallos más delgados –de ahí el nombre “raquitismo”–. Asimismo, si se efectúa un corte longitudinal del tallo, es común observar que los vasos vasculares a la altura de los entrenudos tienen una coloración rojiza. 

“Leifsonia xyli subespecie xyli es una bacteria que obtura los vasos xilemáticos de las plantas y que no se transmite a través de un vector, sino mediante los instrumentos cortantes utilizados durante la siembra o la cosecha”, señaló la investigadora del INTA. Estas herramientas dispersan el material vegetativo enfermo en el cultivo y eso facilita la propagación del organismo. En 2011, la incidencia de la enfermedad en lotes comerciales de la provincia fue de casi el 37 %, lo cual indicó la cantidad de nuevos casos surgidos en el último tiempo. Por su parte, la prevalencia rondó el 62 %. Respecto de la prevención, la especialista se refirió a la hidrotermoterapia, una técnica –llevada a cabo en el INTA Famaillá– que permite eliminar la bacteria antes de la plantación. Consiste en sumergir las cañas en agua a una temperatura de 50 a 52 °C durante dos o tres horas y, luego, realizar las pruebas serológicas para confirmar la eliminación de la bacteria.

Un proceso en detalle 

“Con este antisuero, pusimos a punto la técnica tissue printing”, destacó Haelterman. Esta prueba también se denomina impresión en membrana de nitrocelulosa y consiste en seleccionar un trozo de caña, imprimirlo sobre una membrana de nicrocelulosa y, sobre esta, realizar el análisis serológico que verifica la presencia o no de la bacteria. 

Según explicó, el primer paso de la investigación fue lograr el aislamiento del organismo. Para eso, se tomaron muestras de la médula de algunas plantas enfermas, se desinfectaron, se cortaron en trocitos y, después de un proceso de centrifugación, el extracto obtenido se cultivó en un complejo de numerosos nutrientes. 

Al cabo de 20 días, crecieron las colonias de bacterias, las cuales fueron sometidas a un proceso de caracterización bioquímica a través de métodos moleculares. Una vez confirmado que se trataba de la bacteria Leifsonia xyli subespecie xyli, se la utilizó para producir el antisuero.

Al cabo de 20 días, crecieron las colonias de bacterias, las cuales
fueron sometidas a un proceso de caracterización bioquímica a través
de métodos moleculares.

“Para producirlo, se hizo una suspensión bacteriana que, posteriormente, fue inyectada en conejos según los protocolos de inmunización para animales”, dijo la investigadora. Tras la obtención del suero, se realizaron las pruebas de calibración con el objetivo de verificar la capacidad del producto para reconocer el patógeno en cuestión y no otros microorganismos. 

“Este último aspecto determina la calidad del antisuero y se constató enfrentando este insumo con otras bacterias que suelen hallarse en la caña de azúcar”, indicó. Los resultados demostraron que la formulación no generaba reacciones inespecíficas y que su nivel de concentración permitía trabajarla a altas diluciones.

Fuente: INTA