Un investigador del Conicet y su equipo desarrollaron un compuesto que ‘engaña’ la bacteria de la tuberculosis, para entrar en su organismo e inhibir su desarrollo. Los estudios, que se realizan desde hace cinco años, surgieron como respuesta a la necesidad mundial de frenar la resistencia a los medicamentos que manifiesta la bacteria transmisora de la enfermedad. En Argentina, país de incidencia media de la tuberculosis, se dan 200 nuevos casos cada año.
La meta era comprobar una hipótesis postulada hace cinco años: si existiera un compuesto químico que impidiera la acción de una enzima, la bacteria causante de la tuberculosis (TB) frenaría su crecimiento. Grupos de investigación de todo el mundo se concentraron en esta intrincada búsqueda, y el primer resultado favorable apareció de la mano de científicos platenses.
Pedro Colinas, investigador del Conicet en el Laboratorio de Estudios de Compuestos Orgánicos (LADECOR) de la Facultad de Ciencias Exactas de la Universidad Nacional de La Plata, es el líder del grupo responsable del hallazgo. Tras dos años de trabajo, desarrollaron un compuesto que ‘engaña’ con su apariencia a Mycobacterium tuberculosis (MTB) para entrar en ella y atacar su desarrollo. Las conclusiones fueron publicadas en la revista “Bioorganic & Medicine Chemistry Letters”.
El disparador de esta línea de investigación responde a la necesidad mundial de frenar la resistencia a los medicamentos que manifiesta esta bacteria, culpable de una enfermedad pulmonar que en 2011 afectó a 8,7 millones de personas, según la OMS. Desde la Universidad de Florencia, Italia, el investigador Claudiu Supuran postuló, en 2008, que la clave para atacarla podría ser inhibir la acción de una enzima llamada anhidrasa carbónica (AC), encargada de acelerar la hidratación reversible del dióxido de carbono, un proceso vital relacionado con la respiración por el cual los organismos obtienen sustancias indispensables para su crecimiento.
“Se sabe que Mycobacterium tuberculosis contiene tres variedades de anhidrasa carbónica, y en los últimos años se descubrieron muchas sustancias que actúan contra ellas”, relata Colinas a Argentina Investiga. Es el caso de científicos australianos que obtuvieron buenos resultados con compuestos naturales denominados fenoles, presentes en algunas plantas. “El problema es que sólo lograron un efecto inhibitorio al experimentar con la enzima en el tubo de ensayo, pero fracasaron en las pruebas con la bacteria”, detalla.
De acuerdo a Colinas, esto puede deberse a que MTB no reconoce a los fenoles y, entonces, no los deja entrar. “La bacteria es un organismo vivo y cerrado, como los seres humanos y, por lo tanto, no puede ingresar cualquier sustancia”, explica el investigador. Y fue en este punto que él y su equipo pensaron en los hidratos de carbono -su objeto de estudio- para combinarlos y generar así un compuesto activo al que llamaron C-glucósido derivado del fenol.
Concretamente, utilizaron a los carbohidratos como una máscara -teniendo en cuenta que los necesita para formar su pared celular-, para que la bacteria asimile a los fenoles ‘disfrazados’. “Con distintas combinaciones, desarrollamos siete compuestos y tuvimos tres resultados favorables”, describe Colinas, y subraya: “Es la primera vez que un mismo compuesto inhibe a una enzima aislada y también actúa dentro del microorganismo”.
El proceso se concretó en más de un sitio: mientras que en el Laboratorio se desarrolló el compuesto, las pruebas en la enzima fueron realizadas por Supuran, en Italia, y los efectos sobre la bacteria se ensayaron en la Facultad de Ciencias Médicas de la Universidad Nacional de Rosario. Ahora, la investigación apunta a encontrar compuestos aún más activos a partir de modificaciones químicas que se le hacen a la sustancia ya desarrollada.
El paso final
El investigador de la Universidad Nacional de Rosario Héctor Morbidoni estuvo a cargo de las pruebas definitivas de este trabajo: aquellas que involucraron a la bacteria. En su laboratorio se estudian los mecanismos de acción y de resistencia de distintas drogas antituberculosas, y por esto resultaron ‘socios convenientes’ de Colinas y equipo, según relata. Sus investigaciones no sólo involucran la acción de compuestos contra MTB, sino también cómo ésta se defiende a través de mutaciones que vuelven inactivo al compuesto.
El proceso se concretó en más de un sitio: mientras que en el Laboratorio se desarrolló el compuesto, las pruebas en la enzima fueron realizadas por Supuran, en Italia, y los efectos sobre la bacteria se ensayaron en la Facultad de Ciencias Médicas de la Universidad Nacional de Rosario. Ahora, la investigación apunta a encontrar compuestos aún más activos a partir de modificaciones químicas que se le hacen a la sustancia ya desarrollada.
El paso final
El investigador de la Universidad Nacional de Rosario Héctor Morbidoni estuvo a cargo de las pruebas definitivas de este trabajo: aquellas que involucraron a la bacteria. En su laboratorio se estudian los mecanismos de acción y de resistencia de distintas drogas antituberculosas, y por esto resultaron ‘socios convenientes’ de Colinas y equipo, según relata. Sus investigaciones no sólo involucran la acción de compuestos contra MTB, sino también cómo ésta se defiende a través de mutaciones que vuelven inactivo al compuesto.
“La enzima AC, que está lo más tranquila dentro de la bacteria, es inactivada por el compuesto, lo cual demuestra que entra albacilo de la tuberculosis. Después, lo que sigue es probar su efecto en una célula infectada”, describe Morbidoni y se entusiasma: “De ese modo quedaría demostrado que la droga tiene acción sobre el sistema biológico completo”.
Incidencia media
Como jefe de la división Neumotisiología del Hospital Muñiz de Buenos Aires y docente universitario, Domingo Palmero explica que Argentina es un país de incidencia media de tuberculosis, con 10.618 casos según cifras de 2011, y unos 200 nuevos cada año. “Aproximadamente, la mitad de los enfermos están en la Ciudad de Buenos Aires y el conurbano bonaerense, mientras que un 30% corresponde a las provincias del norte. El impacto de las migraciones es fuerte”, apunta el especialista.
Respecto del tratamiento médico, explica que tiene una duración mínima de seis meses, y asegura que “su éxito se ve amenazado por el fenómeno de la resistencia bacteriana”. “Una estrategia para minimizarla es la administración de medicación al paciente en un centro de salud o en su domicilio”. De acuerdo a su explicación, las formas de tuberculosis más peligrosas son la tuberculosis multirresistente y la extensamente resistente, resultado de errores atribuibles al sistema de salud o al paciente en la prescripción y toma de las drogas. El 5% de los casos en todo el mundo corresponde a estas formas y requiere de un tratamiento de unos dos años.