Un pepino de mar color violeta, anémonas, caracoles exóticos y otras “sorpresas” están siendo descubiertas en campañas científicas que se realizan a borde del buque “Puerto Deseado” del CONICET. El ideólogo de estas expediciones, el doctor Pablo Penchaszadeh, describe el mundo oculto a más de 3500 metros de profundidad.
Buque oceanográfico Puerto Deseado. |
Agencia CyTA-Instituto Leloir-. Hasta mediados del siglo XIX, los científicos creían que no había vida en las profundidades del mar en razón de la ausencia de luz. Todo cambió cuando en 1861 se recogió para mantenimiento un cable telegráfico submarino que unía la isla de Cerdeña con Argelia, en el Mar Mediterráneo, y que reposaba sobre el fondo a 2.000 metros de profundidad. ¡Estaba recubierto por moluscos y otros animales!
En 1872 y por casi cuatro años se desarrolló la primera campaña oceanográfica alrededor del mundo, a bordo de la corbeta británica Challenger, que tomó muestras cercanas a los 1000 metros de profundidad. El material recogido es todavía objeto de estudio y ya se han descrito unas 5.000 especies nuevas para la ciencia.
Ahora, por primera vez, el grupo del Museo Argentino de Ciencias Naturales (MACN) que conduce el doctor Pablo Penchaszadeh está explorando la biodiversidad de los fondos abisales de la Argentina.
¿Por qué recién ahora? Básicamente, porque está a disposición un buque, el Puerto Deseado, que mandó construir el CONICET para hacer investigación científica. “La idea se presentó tres décadas atrás, pero recientemente por la decisión, empeño y el aporte económico del CONICET se cumplió el objetivo”, afirmó el doctor Penchaszadeh.
Desde 2009, el grupo de investigación del MACN inauguró las campañas científicas del Deseado. Se recolectaron muestras, primero sobre la plataforma continental (hasta los 150 metros de profundidad), y posteriormente se comenzó a estudiar la vida en los cañones submarinos. “Se exploró especialmente el Cañón de Mar del Plata y llegamos a capturar organismos con un lance a 3.504 metros de profundidad!”, afirmó a la Agencia CyTA el investigador superior del CONICET.
Para tomar las muestras se utilizan dragas reforzadas y redes protegidas con una estructura metálica rígida especialmente construidas.
El estudio de laboratorio es fundamental y toma mucho tiempo y dedicación, con sofisticados equipos de microscopía y análisis de ADN. “Pero los resultados son impresionantes”, comentó Penchaszadeh. Y agregó: “Al asombro indescriptible a bordo cuando aparece la rastra con los animales, se une el descubrimiento de nuevas formas. Muchas son especies nunca antes vistas ni descriptas.”
Los científicos están encontrando una fauna muy diversa y estudiando las relaciones biogeográficas, algunas especies con la Antártida, el Pacífico o con la corriente del Brasil.
Algunos miembros ya han publicado – o están por hacerlo- sus hallazgos en revistas científicas internacionales. Tal es el caso del doctor Guido Pastorino, que investiga caracoles y ha sido el jefe científico de las últimas dos campañas. Por su parte, Daniel Lauretta descubrió anémonas de mar y corales, y Mariano Martínez acaba de enviar a publicar un trabajo sobre una especie nueva de pepino de mar de color violeta de 30 centímetros de largo, colectado a casi dos kilómetros de profundidad. También se estudian peces abisales, crustáceos y bacterias. Otros integrantes destacados del grupo del MACN son el doctor Martín Brogger y el becario postdoctoral del CONICET Diego Urteaga.
“Hemos corrido la frontera del conocimiento de la vida en el Mar Argentino. ¡Y vamos por más!”, dijo Penchaszadeh, quien anunció que las próximas campañas incluirán cañones submarinos más al sur, como el Ameghino, y otras formaciones abisales frente al Golfo San José.